lunes, 31 de diciembre de 2007

La objetividad es parte del verdadero amor


Por Andrea Balbontín


( AGENCIALAVOZ.COM ) Cuando somos objetivos aceptamos al que amamos con defectos y virtudes. No se instala, así, una idealización del personaje.Es verdadero amor cuando, con objetividad, miro a alguien, lo reconozco y decido que, aún con aquellas fallitas y méritos, lo amo y acepto.


El amor es comprensivo. Nos permite pensar en el otro, situarnos en su lugar. Aceptar los errores y perdonar. Comprende nuestros malos momentos y así seguir dignos en el amor. Entiende de sacrificios.
Si comprendemos, pase lo que pase, seguiremos amando. El amor no conoce de egoísmos. Cuando una persona dice amar debe comprender que ello significa incluso sacrificar su propio “ego” en aras del ser amado.
El amor se traduce en actos de generosidad permanente. No condiciona, tampoco saca cuentas de los pro y los contra.El amor es un “si” acogido en la voluntad del Padre. Cuando reconocemos este sentimiento como puro y trascendente despojamos de nosotros cualquier atisbo de personalismos, abrimos el alma y entregamos lo mejor que cada uno tiene al otro, sin reservas. El amor también es renuncia, como acto de máxima generosidad. El amor es perseverar en la fe y, así, amar.
El amor es un continuo “si”. Es un permanente dar. Ese dar desinteresado genera, a su vez, un recibir sin buscar. Es un regaloneo del Padre hacia quienes gozan de la entrega al prójimo. Al recibir sin esperar nos volvemos niños, nuestra alegría produce en el alma un estado de pureza y asombro.
Al ser niños, nuevamente, volvemos la mirada limpia a Dios, nuestro Padre. Comprendemos la pureza del amor, sólo a través del alma infantil, transparente. Y Dios es Vida Eterna, así, el amor nunca muere. Puede morir la carne pero el amor permanece entre nosotros.

 
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