martes, 18 de agosto de 2009

Los cristianos egipcios son cada vez más perseguidos; las mujeres pierden sus derechos y empiezan a cubrirse por completo


CAIRO-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) A lo largo de kilómetros y kilómetros de concurridas playas en la segunda ciudad más grande de Egipto, no se ve ni una mujer en bañador. En las costas de Alejandría casi todas llevan ahora camisas de manga larga, caftanes negros hasta el tobillo y velo.

La escena pasaría desapercibida en países vecinos como Arabia Saudí o Irán, donde ocultar el cuerpo femenino es obligatorio según la ley islámica. En Alejandría —ciudad famosa por su sensualidad y apertura—, las bañistas con velo, junto con los conflictos sectarios, representan para algunos residentes la pérdida de una valiosa identidad diversa a favor de la uniformidad religiosa.
“Esta es la línea frontal de una batalla entre los laicistas y el fundamentalismo islámico”, sentencia Mohamed Awad, director del Centro de Investigaciones de Alejandría y el Mediterráneo, una entidad protegida bajo otra gran institución como la Biblioteca Alejandrina, que evoca la biblioteca de la antigüedad cuyo renombre contribuyó a la reputación pluralista de la ciudad.
Si el problema sólo fuera el bañador —o la gradual desaparición del alcohol de los cafés con vista al mar para evitar los insultos de los peatones—, la tendencia sería únicamente un dato curioso. Pero hay otros indicios más preocupantes de intolerancia, como los crecientes enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, algo a lo que los alejandrinos no estaban acostumbrados hasta ahora.

“Van a morir”
El pasado 4 de abril, un musulmán fue presuntamente apuñalado por sus caseros cristianos coptos en una disputa por la recolección de basura, según revela un informe publicado el 30 de julio por Iniciativa Egipcia sobre Derechos Personales, una asociación pro derechos humanos con sede en El Cairo. Cuando el hombre murió al día siguiente, los musulmanes que oraban en la mezquita en el distrito de Karmouz de la ciudad corearon “van a morir” y, después, cometieron diversos actos vandálicos contra tiendas de cristianos, relata el mismo informe.
En los últimos tres años, los musulmanes han arrasado con casas que, según ellos, funcionaban como iglesias coptas sin permiso del Gobierno. Los coptos, que representan alrededor del 10 por ciento de la población de Egipto, pertenecen a un culto que data del año 61 antes de Cristo en Alejandría.

Volver a la época de Cleopatra
La violencia se hace especialmente alarmante en una ciudad en la que el horizonte está lleno de minaretes y torres de iglesias. El escritor egipcio Haggag Oddoul, tras la sucesión de acontecimientos violentos, llegó a confesar en una entrevista que “desearía que pudiéramos volver a la ciudad de Cleopatra”.
Por otro lado, se encuentra la asociación fundamentalista Hermandad Musulmana, la principal fuerza opositora de Egipto y que cuenta con mucho apoyo en la ciudad. Como en otros centros urbanos del país, la Hermandad proporciona atención médica, alimentos subsidiados y servicios sociales para los pobres en Alejandría. El grupo es el prototipo de los partidos políticos islámicos en toda la zona de Oriente Medio y la nostalgia de un pasado multicultural legendario no guía precisamente su agenda.
Alejandría necesita valores comunitarios “estables”, declaró hace poco Sobhi Saleh, parlamentario y miembro de la Hermandad. La sensualidad, si significa sexualidad, no forma parte de la ecuación social.
En el recibidor de su oficina hay un folleto sobre el atuendo islámico adecuado. El caftán y un velo largo son correctos. Un velo ligero acompañado de pantalones vaqueros es incorrecto.
“Esta es una ciudad musulmana en un país musulmán; esa es nuestra identidad”, concluye.

 
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