miércoles, 18 de noviembre de 2009

Merkel y el poder


Por Rafael Poch



ALEMANIA-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Las tres vidas de Angela Kasner, la mujer que en quince años pasó de la nada al máximo liderazgo alemán
En quince años Angela Dorotea Merkel, nacida Kasner, una mujer, del Este e hija de un pastor protestante, pasó, desde el punto de vista del poder, de la nada al todo. Una desconocida Doctora en Físicas, que vivió hasta los 35 años al otro lado del Muro de Berlín, se convirtió en lo que una revista americana describe como "la mujer más poderosa del mundo".


¿Cuales son las claves de ese ascenso?. ¿Qué combinación de cualidades, rasgos y ambiciones, hicieron que aquella "chica de Kohl", a la que nadie tomaba en serio, se hiciera con el liderazgo alemán, venciendo un sinfín de prejuicios y conjuras de machos conservadores en su propio partido, y que ocupara un lugar destacado en la esfera europea e internacional?.Como animal político, Merkel tiene tres vidas. La primera comienza con la caída del muro y le lleva a hacerse un lugar en la gran política alemana donde lo tenía todo en contra. La segunda, el día que mata políticamente a Helmuth Kohl e inicia su último ascenso a la cumbre. La tercera acaba de empezar y no tiene desenlace: viene marcada por su segundo mandato como Canciller de una Alemania en crisis, una crisis difícil de pronosticar, que puede ser la primera de una serie que lo cambie todo, y que someta los valores más seguros -y ella lo es- a las pruebas más imprevisibles.

Un universo autónomo y luterano
en la RDANinguna de esas vidas se comprende sin atender a su biografía formativa: los 35 años que Merkel vivió en la RDA. Su familia es muy especial. En 1954, cuando Ángela nace en Hamburgo, su padre es un pastor protestante de Berlín que ha estudiado en Hamburgo y quiere regresar a la RDA, el "sector comunista" porque allí los pastores son más necesarios, dice. En el año en el que 180.000 alemanes se van del Este hacia el Oeste, Horst Kasner, el padre, hace el trayecto inverso para dirigir el centro de una parroquia en Templin, una localidad de provincias en Brandeburgo. Su mujer, profesora le acompaña, por amor, a una vida más incómoda.En Templin Ángela creció en un ambiente familiar diferente y autónomo respecto a un Estado agobiante. Su casa era un pequeño "mundo aparte". Su padre no era un empleado del Estado, sino de la Iglesia. Su mundo no era el "oficial", sino algo "mejor". Dicen que Merkel siempre se ha considerado "mejor" y que el orgullo por su posterior formación científica ha afianzado ese sentir, en algo parecido a un sentimiento de superioridad respecto a los demás políticos, frecuentemente meros funcionarios o abogados.En casa se hablaba y se leía de todo. También se recibían paquetes de los parientes de Hamburgo que permitían a Ángela vestir ropa del otro lado, pero tenía sus problemas: una hija de Pastor sólo podía acceder a estudios de calidad si destacaba, si verdaderamente valía, porque aquel Estado no subvencionaba a los "diferentes" aunque se creyeran "mejores". Ángela fue una estudiante excepcional que ganó concursos nacionales en matemáticas y lengua rusa, lo que compensaba cierta rebeldía intelectual que le venía de casa. Sus compañeros de adolescencia la retratan como una chica lista, buena compañera, algo torpe en deportes y retrasadita con los chicos: no daba besos.

Neutralidad disconforme hacia el régimen
Entre 1974 y 1980 estudió Física en Leipzig y se licenció con sobresaliente. Entretanto se había casado con un compañero de estudios, Ulrich Merkel, de quien tomaría el apellido y se divorciaría a los tres años. Para entonces ya trabaja en Berlín, en el Instituto de Fisioquímica de la Academia de Ciencias. Recién separada, la primera época vivió en un apartamento vacío en la Templiner strasse del barrio de Prenzlauerberg. Merkel es okupa en el barrio más bohemio y disidente de Berlín Este. No está en el centro de ese mundo de exposiciones y conciertos de rock, donde se crea el primer parvulario no controlado por el Estado de la RDA, ella es una persona "legal" que trabaja en un lugar de prestigio, un instituto de la Academia de Ciencias, del que será responsable de agitación y propaganda, -ella dice "de cultura" porque no le gusta que se lo recuerden- de las juventudes comunistas (FDJ), pero conoce ese mundo y lo roza.No hay en la biografía de Merkel nada disidente, más allá de la disconformidad crítica y pasiva hacia el régimen que dominaba entre los jóvenes de Alemania del Este sin llegar a poner por ello en cuestión el "socialismo". Tampoco hay actividades delatoras. En aquél régimen, que era muy policial, se podía vivir perfectamente sin ser un chivato, pese a lo que sugiere la habitual versión germano-occidental sobre la antigua Alemania del Este. Su padre lo consiguió y ella también. Así, su posición en aquel universo era "de centro", e incluía cierto punto de honestidad de origen religioso/familiar que muchos otros perdieron. En su entorno inmediato del Instituto, su compañero más cercano, Michael Schindhelm, con quien compartía despacho, era un confidente, lo mismo que el líder del grupo en el que ingresó al caer el Muro. Siete de los nueve miembros de aquel grupo que participaron en un acto en la Iglesia Samaritana de Berlin Este en 1989 eran confidentes.

Una pieza decorativa con talento para aprender
Cuando cayó el Muro y comenzó la vertiginosa espiral que llevó a la reunificación alemana con un guión de disolución de la RDA y absorción por la RFA que había sido el sueño histórico de la derecha alemana, los disidentes del Este, que en su mayoría soñaban con una "tercera vía" entre ambos sistemas, quedaron fuera de juego. Apenas ninguno de aquellos dignos y sufridos activistas desempeñaron un papel político en la Alemania reunificada. Merkel no tuvo problema. En 1986 le habían dejado viajar al Oeste para asistir a la boda de su prima en Hamburgo. Regresó fascinada. Ella no quería "tercera vía", tenía ambiciones, apostó por la "corriente principal" representada por la CDU del Canciller Kohl, y fue sumisa con el programa que la derecha de Bonn preparaba. Aprendió rápido cómo funcionaba la política en la RFA, sus servidumbres y disciplinas. El establishment de Bonn tenía que poner algunas figuras decorativas del Este en el paisaje político para hacer cuadrar aquel feliz escenario nacional. Ella jugó a eso, y aportó un entusiasmo y frescor hacia los valores obvios de la democracia como sólo los recién llegados a la democracia podían hacer.Desde su humilde cargo de viceportavoz del breve y último gobierno electo de la RDA, inició un rápido aprendizaje de la política occidental. Adoptada por Helmuth Kohl fue primero diputada, luego Ministra, ocho años, y en 1998 Secretaria General de la CDU. En la Academia se había manejado muy bien como única mujer entre hombres. No tenía complejos y contemplaba con cierto fastidio el ritual "feminismo" occidental. Su formación científica era excelente y en los ochenta lo había leído todo. Le buscaban defectos pero no se los encontraban, su inglés resultó ser excelente, pero nadie la tomaba en serio y estaba rodeada de prejuicios; mujer, del Este, hija de pastor protestante...Hasta que en 1999 estalló la bomba.

Matando al padre
En noviembre le explotó al Canciller Kohl el escándalo de la financiación de la CDU. Aquello era una vergüenza pero nadie decía nada. El Canciller era como un "capo", que había tejido uno de esos sistemas de clientelas y servilismos, que acompañan a los políticos que llevan 25 años en el poder. Es un sistema que, en Alemania y en España, purga sistemáticamente a los demasiado independientes y a los que podrían hacer sombra al caudillo. La ventaja de Merkel sobre los demás del entorno de Kohl era su carácter de recién llegada: estaba menos contaminada por ese sistema. Se lo debía todo a Kohl, pero sólo desde 1989, mientras que los demás le llevaban limpiando los zapatos 25 años. Además estaba desengañada con quien tanto había admirado, y tenía ambiciones. Políticamente la única manera de remontar a la CDU era echar a Kohl por la borda. Cada día llegaban nuevas noticias sobre dineros ilegales del partido y Kohl invocaba su "honor" para no dar los nombres de los financiadores, una especie de "omertá". Merkel escribió un artículo el 22 de diciembre en el "Frankfurter Allgemeine Zeitung", criticando a Kohl. "El partido debe aprender a caminar, confiar en si mismo, aprender a ir en el futuro a la lucha contra el adversario sin Kohl, sin su caballo de batalla, liberarse como el adolescente que se va de casa", escribió.Ya sin Kohl, poco después debía decidirse quien sería el candidato conservador a las elecciones del 2002. La competición era entre Merkel y Edmund Stoiber, su homólogo presidente de la CSU bávara. Los barones de la CDU, una conjura de machos, decidieron dar esquinazo a aquella mujer del Este y apoyar a Stoiber un conservador de la vieja escuela típico y tópico, que no le llegaba ni al tobillo.Wolfgang Schäuble, el actual Ministro de Finanzas, el único veterano de la época de Kohl aun en funciones, que fue mentor de Merkel, la presentaba así por aquella época; "verdaderamente es una mujer muy inteligente y lista, muy formada y con reflejos. Cuando una cosa no le funciona, prueba otra vía. Comprende lo que muchos no han comprendido; la importancia de tener buenos contactos en el partido. Trabaja bien con el teléfono, y, sobre todo, tiene un estilo de comunicación completamente diferente. Es una persona de convicciones y de poder, pero si hay que primar uno de los dos aspectos, la ambición de poder va primero". Todo eso se puso de manifiesto cuando los machos del partido decidieron apoyar a Stoiber.

Líder en un mundo de machos
El 11 de enero de 2002, Merkel se presentó inesperadamente a desayunar en el domicilio de su rival en Munich, le "ofreció" la candidatura y luego dio una conferencia de prensa en la que parecía que ella había decidido, generosamente, cederle el puesto. Convirtió en victoria una derrota. El batacazo se lo llevó Stoiber, porque las elecciones estaban perdidas: los conservadores obtuvieron un 28,4%, el peor resultado desde 1945. Después de eso, la siguiente opción ya sólo era Merkel, y Merkel ganó, justo, pero ganó en las elecciones de 2005, contra otro macho de la peor especie llamado Gerhard Schröder.Subido de copas aquella noche de 18 de septiembre de 2005 ante los resultados electorales, el líder socialdemócrata aun no aceptaba la realidad: aquella mujer, del Este, hija de un pastor, le había batido con armas más sutiles que resultaban en un carisma menos grosero. Cuando aquella noche Schröder le espetó "¿cree usted en serio que mi partido le va a ofrecer que sea usted Canciller?", se le vio con el rostro descompuesto, pero Schröder había perdido, desapareció de la escena y ella sería la Canciller. En 1997 se le había oído decir furiosa, "aun necesito tiempo, pero algún día lo pondré contra las cuerdas".

La crisis, inicio de una tercera vida
Cuatro años más tarde, Merkel ha vuelto a ganar en una campaña que puso en el centro su persona y carisma. Ha gobernado con habilidad, el ambiente de sus consejos de ministros, y alrededor de ella, es mucho más democrático que con Schröder, y su popularidad personal mucho mayor. Su estilo sencillo, su verbo comprensible y su actitud le dan una credibilidad ante los alemanes sin parangón con la de otros dirigentes europeos. Es la madre de Alemania que tranquiliza, con su aplomo y sentido común, a una sociedad asustadiza, a la que sus políticos siempre han tendido a movilizar apelando a su miedo a algo.En política internacional, su actuación es discreta, sin piruetas, pero eficaz. Logra incluso cierto brillo entre los pigmeos que dominan el paisaje continental. Mantiene una buena sintonía con Sarkozy, un hombre alto de presión y efectista hasta lo grotesco, muy diferente a ella, con quien ha visto películas de Louis de Funes en el Eliseo. No es una maravilla pero revitaliza el eje franco-alemán que sostiene a la paquidérmica y burocratizada Unión Europea.Su línea política se ha socialdemocratizado, dicen que por contagio con la coalición del SPD, en realidad por la búsqueda del centro político que la Canciller tiene por norte. La "economía social de mercado" es el concepto clave de ese centrismo, y la crisis lo hace ahora tan necesario como difícil. Merkel dice ,ayer en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, que la economía (es decir, la crisis), "consiste en psicología en un 50%". Por eso su discurso contra la crisis consiste en lanzar un mensaje optimita e incluye una absurda e irrealizable propuesta de bajada de impuestos, que casi nadie se cree en este país que tiene un serio problema de endeudamiento para los próximos años. La crisis explota el terreno de juego y las finanzas, un poco como ocurrió con la reunificación de 1990. El Estado Social, el "Modell Deutschland", el mismo concepto de "centro", pueden saltar por los aires. Merkel habla de "cambiar las normas de juego del mercado financiero", predica la validez internacional de la "Economía social de mercado", pero no ha cambiado absolutamente nada en ese gran teatro averiado que la crisis ha puesto en evidencia. Le falta poder y concepto para convertirse en abanderada de la perestroika que necesita Occidente. Como Obama, parece mucho más ser gobernada por la corriente, que llevar el timón de algo. Ella es la líder más exitosa de la derecha europea, lo menos impresentable que ofrece el campo conservador continental. El capitán más popular y razonable de un buque que se está yendo a pique. De ahí su brillo.

 
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