viernes, 22 de enero de 2010

Pastor dice que Dios odia a Haití porque practican "vudú"


EE.UU.- ( AGENCIALAVOZ.COM ) Con el título "¿Será que Dios odia Haití? Newsweek edita un informe estremecedor sobre la relación entre Dios y las catástrofes No cabe duda de que haití es el Job de las naciones.


Para empezar, es el país más pobre de América (su población sobrevive con menos de un dólar al día); 98 por ciento de sus bosques fueron talados y quemados como combustible, de modo que es vulnerable a las inundaciones provocadas por huracanes; en 2008, cuatro tormentas desatadas en igual cantidad de semanas dejaron a un millón de personas en el desamparo; la mortalidad infantil del país es peor que la de muchas naciones africanas; y encima, el pueblo está abrumado por enfermedades diversas como diarreas, hepatitis, tifoidea y dengue. Pero la cuenta no para allí, pues también hay que ver su desastrosa historia política y enfocarnos en el reinado de François (Papa Doc) Duvalier, quien asesinó y torturó a más de 30.000 ciudadanos en los ‘60. Y ahora, con un saldo de más de 100.000 muertos por el terremoto de la semana pasada, se puede reflexionar sobre el problema que muchos eruditos denominan “teodicea”. Es decir, si Dios es bueno y pone su mano en todo el mundo, ¿por qué hace sufrir a tantos inocentes? Como habría clamado Job, ¿por qué Dios aplasta con tempestades a los pobres y multiplica sus heridas sin causa?
La respuesta para Pat Robertson, evangelista de televisión, es por demás simple: la culpa es de los propios haitianos, porque practican el vudú. La semana pasada, en el canal de Christian Broadcasting Network, Robertson hizo alusión a los acontecimientos que derivaron en la revolución haitiana de 1791, una de las contadas revueltas de esclavos que haya tenido éxito en la historia. La víspera del levantamiento, los insurgentes se congregaron en un bosque llamado Bois Caiman para hacer un juramento de sangre. “El viento soplaba”, dice un pasaje de las Libertades Revolucionarias, una historia del pueblo de Haití. “Del cielo oscuro y nublado caían grandes gotas de lluvia en las hojas de los árboles, en el grupo de hombres que bailaba lentamente al ritmo de los tambores vudú”. Los haitianos reverencian el relato del Bois Caiman como parte de su liberación y aunque casi toda la población es católica, la mitad sigue practicando el vudú.Robertson se atreve a lanzar una acusación fundamentada en el Primer Mandamiento cristiano: cuando el Dios de Israel dice “no tendrás más dios que Yo”. Y ese Dios es capaz de provocar desastres naturales a quienes lo desobedecen.Sin embargo, la postura de Robertson es la de un fundamentalista tan radical, innoble y farisaico —amén de ignorante del discurso teológico que los grandes pensadores, desde San Agustín hasta Elie-Wiesel, pronunciaron en torno del sufrimiento—, que resulta indiscutiblemente retrógrada. Todas las tradiciones religiosas de Occidente enseñan que los mortales no tienen capacidad ni medios para contar o valorar los pecados ajenos. “Si lo que está sucediéndoles a los haitianos es producto de sus pecados, entonces ¿por qué no le pasa a él también?”, restalla Bart Ehrman, estudioso de la Biblia en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.“Es una soberana estupidez”, agrega el rabino Harold Kushner, “pensar que podemos adivinar los designios de Dios”.

 
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