miércoles, 14 de abril de 2010

La influencia del testimonio: Mi ángel guardián


Por Jaime Bayly



PERU.- ( AGENCIALAVOZ.ORG ) Todas las noches, después de dejarme en el hotel, Fabio conduce el auto blindado hasta su casa, se reúne con su mujer (que es veinte años menor que él), llaman a la vecina, se arrodillan y oran los tres tomados de la mano. Oran Fabio, su esposa y su vecina como mínimo una hora y a veces oran hora y media y hasta dos horas.


Yo no los he visto orando, todo esto me lo ha contado Fabio, que es mi conductor y escolta armado y es ya mi amigo, al punto que, según me ha dicho, y me ha conmovido escucharlo, oran todas las noches también por mí.Yo me imagino arrodillado orando una hora y oraría para que no me duelan las rodillas. Yo nunca he orado y nunca de rodillas una hora y menos tomado de la mano con mi mujer y la vecina. Por eso admiro a Fabio. Porque Fabio hace cosas que cualquier persona no haría.Por ejemplo el otro día atropellaron a un motociclista y el muchacho quedó tendido debajo de la camioneta que lo arrolló y antes de que yo pudiera decir nada ya estaba Fabio de rodillas, debajo de la camioneta, consolando al accidentado, llamando a la ambulancia y la policía, orando por él, no con él porque el joven estaba lívido y temblaba y no parecía capaz de articular palabra, y Fabio le decía tranquilo, fresco, Dios está contigo, Dios te protege, Dios es tu amigo, Dios te llevará si es Su deseo, y la gente agolpada cerca del accidente le gritaba a Fabio oiga, ya, sáquelo, no le hable tanto, lo va a matar de tanto hablarle, y Fabio se molestó, se puso de pie, encaró a la multitud crispada y les dijo yo soy escolta profesional y a este joven no lo puedo mover, si lo muevo lo puedo dejar inválido o lo puedo matar, así que más respeto por favor, y luego se agachó y siguió diciéndole al pobre muchacho con las piernas machucadas fresco, tranquilo, Dios está contigo, Dios te protege. La ambulancia llegó una hora después y el chico seguía vivo y estoy seguro de que sobrevivió gracias al aliento y la presencia de Fabio debajo de la camioneta.Fabio hace poco también chocó a un motociclista pero yo no lo vi, yo estaba en el hotel y él me lo contó, me lo contó riéndose porque no fue un accidente serio, apenas un topetón, me dijo, pero luego el motociclista se puso insolente con Fabio y le dijo cosas vulgares, cosas soeces, y Fabio le dijo que era escolta profesional entrenado y armado y que hablara con más respeto por favor y el joven, que según Fabio estaba ileso y sólo quería sacarle plata, se amansó y se contentó con los cincuenta mil pesos que Fabio le dio para la reparación de los mínimos daños que la colisión había provocado en la motocicleta.Yo he chocado ya cuatro veces desde que me mudé a Bogotá y siempre ha sido mi culpa, en dos ocasiones he chocado con un pilar de cemento del estacionamiento del hotel, en una ocasión he chocado con un poste a la entrada del canal de televisión, y en la más infortunada ocasión he chocado contra un auto que estaba detenido pero no lo advertí porque estaba tratando de ajustar el reloj de la camioneta y cambiar de canción y marcar el celular de mi chica en Lima y por eso no lo alcancé a ver a tiempo y lo embestí por detrás y enseguida bajó el señor con toda su familia a decirme las quejas y protestas inflamadas a que tenían pleno derecho, pero antes de que pudieran acercarse a mí ya estaba Fabio, que es más rápido que un leopardo, interponiéndose entre la familia chocada y yo agazapado en la camioneta y disculpándose y diciéndoles que es escolta profesional armado y dándoles su tarjeta y diciéndoles que “El Grupo” se haría cargo de absolutamente todos los gastos por la reparación y que les daría un Mercedes del año por los días que el auto chocado estuviera en el taller, con lo cual la familia regresó feliz al auto chocado y Fabio una vez más me salvó de un trance bochornoso.Fabio es mi ángel de la guarda y lo advertí cuando recién llegué a Bogotá y le dije que quería bajar de peso, que estaba muy gordo, que había tenido un preinfarto una noche caminando, y Fabio se preocupó tanto que me llevó a una tienda vegetariana en la calle Once y me compró avena, linaza, salvado, omega, oxígeno líquido, valeriana, pasiflora, alcachofa en gotas, alcachofa en cápsulas y luego me llevó a la frutería y me compró abundante borojó y me dijo que, si quería bajar de peso, tenía que seguir al pie de la letra sus instrucciones: tomar jugos de borojó con miel orgánica y una cuchara de avena, otra de linaza y una más de salvado, y antes de dormir tomar un vaso de agua con el oxígeno líquido, el omega, la valeriana, la pasiflora y la alcachofa. Yo sentí que Fabio era confiable, que era bueno, que era noble, que no era un charlatán, que estaba loco pero que debía hacerle caso, y le hice caso y bajé veinte kilos en dos meses y se cumplió la profecía que me dijo Fabio en el auto blindado que brinca como si fuera un potro chúcaro por las calles desiguales de Bogotá: ya verá usted, doctor Jaime, cómo esta dieta le asegura cuatro y hasta cinco deposiciones al día, y ya verá usted cómo le mejora el color y el olor de sus deposiciones, doctor, y perdone que le hable de sus deposiciones, pero somos cristianos y somos hijos del Señor y si no hace sus deposiciones como yo le digo va a terminar con cáncer de colon, doctor.Mucho borojó, mucha linaza, mucho salvado, mucha deposición: tal fue el cambio que introdujo en mi vida el noble Fabio cuando llegué a Bogotá, y ahora él y yo nos reímos de cómo se me caen los pantalones y de cómo me he hecho adicto al jugo de borojó con linaza y salvado y cómo debo estar siempre cerca de un baño o servicio higiénico porque el estilo de vida de Fabio tiene ese pequeño inconveniente, que uno está siempre deponiendo o a punto de deponer su deposición, y esto puede ser incómodo y hasta angustiante si uno está haciendo televisión en directo y siente la urgencia de deponer, no de renunciar sino de ir a hacer las deposiciones que ya Fabio me advirtió que me tendrían atareado el día entero.Fabio es muy querido por mi mujer y mis hijas y cuando las llevamos al concierto de Coldplay no se alejó de las chicas y soportó la humillación de que lo privaran de su pistola y sin embargo siguió siempre al lado de mis hijas, incluso cuando ellas se empecinaron en avanzar y abrirse camino a codazos y empellones hasta llegar a un metro de Chris Martin, a quien Fabio no conocía ni tenía el menor interés en conocer, pero allí estaba sereno, atento, resguardando con celo profesional a mis hijas y abriéndoles un paraguas para que no se mojaran con la fina garúa esquinada que cayó esa noche.Cuando vamos al supermercado ya sé lo que le gusta comprar a Fabio, un mango grande y un jugo natural de mandarina, y muy rara vez compra también una palta y se la come así tal cual con cáscara y sin sal, y yo compro jugos de uva morada y artículos de higiene y revistas de toda índole y Fabio está siempre listo para cargar las bolsas, para abrirme camino, para alejar a algún borrachín que se me acerca balbuceando majaderías, para hacerme la vida más leve y llevadera y protegerme de cualquier peligro.Curiosamente, lo mejor que me ha pasado desde que me mudé a Bogotá ha sido conocer a Fabio y escribir en las madrugadas y escaparme a las cuatro de la mañana a caminar sin rumbo cuando él duerme y ya no está escoltándome. De Fabio he aprendido la lealtad, la nobleza, la generosidad, pero sobre todo he aprendido que un escolta, como se pasa todo el día callado esperándote, cuando está contigo te habla y te habla y te cuenta las cosas más insólitas. Escuchando a Fabio cada noche camino al canal o ya de regreso al hotel, he aprendido muchas cosas religiosas que ya olvidé, pero que cuando Fabio me las dijo me asustaron y estremecieron, sobre todo porque Fabio recita de memoria salmos de las escrituras, las palabras de los profetas, y yo no entiendo mucho pero al final llega a la conclusión de que el fin del mundo está a punto de ocurrir y es muy tremendo cuando me describe cómo será el fin del mundo y cómo a un lado irán los justos y al otro lado irán (iremos) los pecadores y yo me quedo muy triste pensando en que no es justo que si recién nos vamos conociendo y haciendo amigos se nos venga encima el fin del mundo y el consiguiente fin de nuestra amistad, y por eso el otro día le dije Fabio, quiero pedirle un favor, y él me dijo fresco, doctor, lo que usted quiera, y yo le dije mire, creo que es demasiado que ore con su esposa y su vecina por más de una hora de rodillas, le ruego que no oren por mí, le ruego que el tiempo que dedican a orar por mí lo pasen en la cama descansando pero Fabio se rió y me miró por el espejo retrovisor y me dijo no, no, doctor, yo le voy a pedir un favor a usted, y yo dígame, Fabio querido, y él me dijo yo le pido a usted que todas las noches ore, no tiene que orar de rodillas, no tiene que orar con alguien, ore solo, ore sentado o parado o echado, pero ore doctor, ore porque sólo el poder de la oración lo va a salvar el día del fin del mundo que como le digo está acá nomás a la vuelta de la esquina, y yo le dije cómo no, Fabio, tomaré mi borojó y oraré por usted, pero por supuesto no he orado ni oraré porque cuando llego de la televisión a medianoche estoy tan cansado que no tengo fuerzas para orar y sólo puedo sentarme a escribir una novela sobre toda la gente a la que me gustaría matar, una novela que cuando sea publicada Fabio no debe leer, porque si la lee creo que dejará de orar por mí

 
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