Colin Mason
Recuerdo que estaba en mi habitación del Hotel Cosmos, falto de sueño por las numerosas escalas en aeropuertos cargado con todo el equipo de filmación. Alguna vez debe haber sido una hermosa habitación pero ahora se encuentra maltratada y desgastada, con una delgada alfombra azul, las camas hundidas. Cuando abrí la ducha salió agua amarillenta.
Saliendo del cuarto, un oscuro pasadizo con arcos parecía tener millas. El Hotel Cosmos es antiguo pero tuvo su época de magnificencia, construido para las Olimpiadas de Moscú en 1980 con dimensiones impresionantes. Caminando por él, tengo la extraña sensación de estar flotando entre dos épocas: el principio glamoroso y ostentoso de la década de 1980 y un presente formal y fatigado.
No sería la única vez que experimentara este mismo sentimiento en Moscú.
Llamar a Moscú una ciudad de contradicciones puede sonar a cliché, pero si alguna ciudad merece este título es ésta. Desde una de las ventanas del Cosmos, se puede ver el antiguo y majestuoso Centro de Exposiciones de toda Rusia que está cruzando la calle. Construido en la década de los 30 y restaurado en los 50, este Centro estaba destinado a ser un monumento a la grandeza soviética, con mercaderías de cada país del bloque, expuestas en hermosos y grandes edificios. También desde el Cosmos, se puede apreciar el famoso “Monumento a los Conquistadores del Espacio”, un impresionante obelisco de titanio con un cohete de acero ubicado en la parte superior. Más a la derecha tan solo a unos pasos, se ubican las gigantescas figuras relucientes del “Worker and Kolkhoz Woman” (El Obrero y la Mujer Kolkhoz) con su imponente musculatura. Algo opaco a la distancia, el Pabellón Central del Centro de Exposiciones se yergue con su dorada torre brillando. Atrás, fuera de la vista, está la magnífica fuente dorada.
Un paseo por el interior del Centro de Exposiciones provoca un inevitable y chirriante contraste con su glorioso exterior. Desde la caída de los soviéticos, ha dejado de ser un monumento al comunismo y ahora es… un mini-parque de diversión. Los pabellones se mantienen pero una mirada más cercana los deja ver descuidados y deteriorados. La majestuosa fuente ahora esta llena de adolescentes chapoteando y trepándose a sus estatuas doradas o sentados en el borde para escuchar sus iPods. Y el gran Pabellón Central, destinado a ser el monumento soviético al comunismo, ahora es un mercado sucio, donde los ambulantes ofrecen cámaras, joyería y muñecas de madera.
En mi opinión, el Centro de Exposiciones y el Hotel Cosmos ambas glorias en escombros, son la representación actual de Moscú. No es una ciudad muerta pero tampoco está llena de vida, al igual que el país que habita. Es una ciudad que vive del recuerdo y sobrevive sin proyectarse hacia el futuro. Por ejemplo, la KGB ha sido eliminada del poder, pero sus antiguos miembros todavía caminan por las calles, intimidando a los transeúntes y ubicándose en sitios clave. Los antiguos monumentos del comunismo han sido abandonados y solamente los tentáculos más delgados de un mercado libre han empezado a multiplicarse. Sus iglesias ortodoxas, tenebrosas y misteriosas, siguen hermosas y llenas de maravillas antiguas, pero por dentro se van quedando vacías a ritmo constante, en particular de la generación más joven. Las calles están inundadas de nuevos automóviles y gente foránea pero esta inmigración no les ha aportado un aumento en la población rusa
Con el aborto y el control natal, Rusia hizo el peor negocio que el siglo XX tenía que ofrecer
En pocas palabras, tanto Moscú como toda Rusia, necesita reencontrarse consigo misma otra vez. Y es necesario que lo haga lo más pronto posible.
Rusia requiere de un resurgimiento demográfico, pero si eso sucede, será simplemente el resultado de un cambio cultural profundo. Después de hacer el peor negocio que el siglo XX tenía que ofrecer, Rusia puede ser perdonada definitivamente por sufrir un caso avanzado de deterioro cultural. Los monumentos soviéticos en decadencia en el Centro de Exposiciones son más que testamentos al Imperio Comunista caído, son testimonios del perjuicio a la identidad de Rusia.
Si Rusia quiere escapar de la espiral de estancamiento económico y social en la que se encuentra ahora, esto va a necesitar por lo menos un renacimiento cultural. Una vez que Rusia reencuentre su razón de ser, seguramente descubrirá la forma de encaminarse hacia un futuro mejor.
Desde el PRI nos toca trabajar en la mejor forma posible y orar para que ellos hagan lo que deben, antes de que sea demasiado tarde.
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