lunes, 17 de junio de 2013

El diablo también tiene su "biblia"


EE.UU.-(AGENCIALAVOZ)La reina Cristina de Suecia, una soberana que adornó su corte con las celebridades de Europa, entre ellas Renato Descartes, hizo conducir a un castillo de su país un libro extraordinario: el Codex Gigas, la biblia del diablo, o código de Satanás.

Cristina era la heredera del reino, tras la muerte en la niñez de dos hermanos varones. Su padre el rey, temeroso de no poder mantener la dinastía, la cuidó como oro pero la vistió como varón, y quiso que actuara y pensara como varón. Pero murió cuando la niña tenía seis años. Su educación fue esmerada en todo de acuerdo con lo que quería el padre, pero sin consultar los gustos de la madre, de la que la apartaron desde los 13 años. Cuando llegó el momento, a los 18 años, ella juró como “rey” de Suecia, y no como reina.
De todos modos, por mucho que hiciera el padre contra la naturaleza, la naturaleza pudo más que el padre, no hubo acá “elección de género” que valga y Cristina fue una mujer sin duda, aunque marcada por su infancia.
No muy agraciada, compensaba sus deficiencias con una cultura superior y una inteligencia muy despierta. Fue protectora de las artes y gran aficionada a la caza, la esgrima y la equitación.

La Biblia del diablo
Cristina, la “Minerva del Norte” hizo traer a Suecia, como trofeo de una de tantas guerras en que se embarcó, un libro extraño: el codex gigas, la biblia del diablo, el código de Satanás según designaciones modernas más escandalosas que realistas.
Quizá el cuidado que reclamó para este libro extraordinario ya contenía el germen de su propósito de convertirse del protestantismo al catolicismo, que hizo público cuando le pidieron que se case para dejar descendencia y ella se negó. A los 28 años abdicó, dejó a su primo en el trono y se radicó hasta su muerte en Roma.
El libro que tanto preocupaba a Cristina, y que gracias a ella todavía hoy está en Suecia, pesa 75 kilogramos y mide un metro de alto por 90 centímetros de ancho; sus 650 páginas son de vitela, cuero de terneros, está ricamente ilustrado con miniaturas y cosa muy extraña a la que debe su nombre, una de sus páginas es un retrato de Satanás en medio del libro de Dios.

Hermanus monacus inclusus
El codex gigas, designación latina que significa “libro grande” se atribuye gracias a una línea en una de sus páginas al recluso Hermann (Germán), porque el copista se identifica a sí mismo como “Hermanus monacus inclusus”.
La leyenda construida en torno de este monje medieval del humilde monasterio de Podlažice (en Chrudim, centro de la actual república Checa, se funda en una mala ineterpretación de “inclusus”. Se pretendió que significaba condenado a morir tapialado por algún pecado o falta gravísima, pero también puede significar “recluido” para hacer su trabajo como correspondía a un monje.
A partir de la idea de un monje condenado a muerte, se construyó la leyenda de que Germán había intentado escapar a su destino y para eso prometió hacer un libro extraordinario, que haría la fama perenne del monasterio y de la orden.
Le fue concedida la gracia del perdón, pero con la condición de que hiciera el libro en una noche. Imposible. Germán, para cumplir esta condición pactó con el diablo, que se ofreció a terminar el libro, pero siempre que él mismo apareciera de página entera en una ilustración.
Por supuesto no es posible pensar que un libro semejante pudo ser hecho en una noche por una sola persona, en realidad, ni en una vida por un grupo numeroso de copistas.
Estudios exhaustivos letra por letra, rasgo por rasgo de cada letra no han permitido encontrar ni vestigios de dos manos en el libro: fue hecho enteramente por una sola persona, ni el estilo de las miniaturas ni los rasgos caligráficos permiten dudar.
Además, el monje Germán el recluso, que trabajaba a principios del siglo XIII, era miembro de un monasterio pobre, no tenía casi recursos. Pero su libro debió ser carísimo. Está ricamente ilustrado con oro y plata, empleó grandes cantidades de vitela y tinta y otros recursos que por entonces eran escasos y difíciles de hallar.
¿Cómo lo hizo? La pregunta es simple: no sabemos, pero quizá el problema nos llame la atención sobre técnicas y posibilidades de hacer que los antiguos conocían y nosotros no.
No sabemos y es bueno que lo reconozcamos sin pretender siempre estar en la cresta de la ola tecnológica y social, a las que nos habría traído un progreso que hace que todo tiempo pasado sea tenido por inferior.

Actualmente, después de muchos estudios del texto, se duda de que haya sido compuesto en Podlažice, debido a que el monasterio era pobre y pequeño para una empresa que requiere recursos enormes, pero de la que no queda sino el libro, su resultado. Ningún otro manuscrito se conversa en aquel monasterio benedictino, lo que no significa que no los hubiera.
El codex debió ser compuesto entre 1204 y 1230, debido a que incluye entre los santos al bohemio Procopio, canonizado ese año, y no considera al rey de Bohemia Ottokar I, que murió en 1230, en la necrología.
En 1295, los monjes de Podlažice vendieron el codex a los cistercienses de Sedlec debido a las penurias financieras, a instancias del obispo Gregorio de Praga, cuando ya era considerado una de las maravillas del mundo.
En 1594 el emperador Rodolfo II rescató el codex de la oscura celda monacal de Broumov para incorporarlo a sus magníficas colecciones de objetos raros.
En 1648 al final de la Guerra de los Treinta Años el codex fue capturado por los suecos y conservado en un monasterio. Actualmente está en Uppsala, de donde salió solo dos veces. En 1970 para ir al Metropolitan Museum de Nueva York y en 2007 regresó a Praga, de donde fue capturado por los suecos como préstamo para ser exhibido en la Biblioteca

 
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