EE.UU.- ( AGENCIALAVOZ.ORG )Con las tasas de obesidad aumentando constantemente en todo Estados Unidos, el pastor baptista Michael Minor ha iniciado su particular cruzada contra la obesidad.
En realidad, su lucha comenzó hace años, cuando decidió prohibir el pollo frito del salón parroquial. "Fue un momento traumático", reconoce el párroco. Pese a todo, no ha cejado en su empeño y, en todo este tiempo, su combate frente a los kilos de más no ha hecho más que aumentar.
Entre otras medidas, ha creado una pista para caminar en el aparcamiento de la iglesia, ha cambiado los refrescos por aguas en las comidas con los fieles y no deja de promocionar la actividad física.
El pasado otoño ya obtuvo el visto bueno de la Convención Nacional Baptista para instar a otras congregaciones a seguir su ejemplo y considerar una prioridad la salud de sus miembros.
"Nuestros cuerpos no son nuestros. Son un regalo de Dios", señala Minor. "Deberíamos tratarlos mejor".
Están de acuerdo con él otros líderes religiosos del país. El mes pasado, un pastor de San Antonio (Texas) lanzó un desafío de 100 días que unía fe y lucha contra la grasa. Otra iglesia en Tampa (Florida) puso en marcha clases de alimentación saludable y algunos centros religiosos más han institucionalizado los 'Domingos de la Ensalada', que incluyen programas de ejercicios comunitarios.
Para los expertos en salud pública, las comunidades religiosas están en una posición privilegiada para ayudar a frenar la epidemia de obesidad y los graves problemas de salud asociados a ella que sufre el país.
"Las iglesias son una base para la comunidad", ha indicado Victor Sutton, director de la Oficina de Salud Preventiva del Departamento de Salud de Misisipí. "Un pastor puede decirle a la gente lo que hacer, y ellos lo tomarán como el dato científico", ha añadido.
El acceso semanal a los feligreses ofrece a las iglesias un modo efectivo tanto para ofrecer información como para conocer las necesidades de los fieles, ha señalado Elizabeth Williams, profesora de Salud Pública en la Universidad Estatal de Tennessee y también religiosa.
Por su parte, Minor asegura que, aunque para algunos de sus feligreses fue complicado cambiar sus hábitos tradicionales por una cocina mucho más sana, él ya está viendo los resultados.
"Tenemos miembros que se sienten mejor y están mejor", comenta. "No hemos llegado a todo el mundo, pero la gente está más receptiva", concluye.
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