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El Papa Francisco saluda a la multitud congregada en la plaza de San Pedro, el Pastor Jose Linares presidente de la Coalición Internacional Pro familia Pro vida (CIPROFAM) Escribió un tuits: La Palabra de Dios, es FIRME Y CLARO Ni aun Francisco tiene el "poder"
de cambiar la doctrina Cristiana para favorecer las conductas humanas |
VATICANO.-(AGENCIALAVOZ) Un suspiro: eso es lo que ha durado
la histórica apertura de la Iglesia hacia los homosexuales Después
de las críticas y el rasgado de vestiduras con que muchos de los
obispos que participan en el sínodo de la familia recibieron el lunes el
borrador del documento final (la llamada relatio post disceptationem,
donde por ejemplo se decía que
los homosexuales «tienen dotes y cualidad es para ofrecer a la comunidad cristiana») ahora la tendencia es claramente a replegar velas, a dar marcha atrás. Sólo hay que ver las conclusiones de los
diez círculos menores,
los pequeños grupos divididos por lenguas en los que han proseguido los
debate y que ayer dieron a conocer su evaluación de ese primer borrador
así como las sugerencias y propuestas que a su entender debería de
recoger el
documento final del sínodo, que el sábado será sometido a votación entre los participantes.
Sus relaciones no sólo dejan meridianamente claro que a su entender
es imposible equiparar el matrimonio entre hombre y mujer a las uniones
homosexuales, sino que subrayan que la acogida por parte de la Iglesia
de esas personas no puede en ningún modo parecer una aprobación de su
orientación sexual y de su forma de vida.
«Acompañar pastoralmente a una persona no significa validar ni una forma de sexualidad ni una forma de vida»,
se lee por ejemplo en la relación redactada por el Círculo A en lengua
francesa , moderado por el cardenal Robert Sarah. «Hemos reiterado
nuestro respeto a los homosexuales, que son bienvenidos y que han
denunciado la discriminación injusta y a menudo violenta que por
desgracia han sufrido y siguen sufriendo a veces, incluso en la
Iglesia.
Pero eso no quiere decir que la Iglesia debe legitimar las prácticas
homosexuales, y mucho menos reconocer, como lo hacen algunos Estados, el
llamado matrimonio homosexual. En lugar de ello
denunciamos las
maniobras de ciertas organizaciones internacionales para imponer,
mediante el chantaje financiero, a los países pobres leyes que
establecen un llamado matrimonio homosexual», sentencian las conclusiones del circulo en francés B, moderado por el cardenal Christoph Schönborn.
"Las uniones entre personas del mismo sexo no pueden equipararse al matrimonio"
Las ampollas que ha levantado la relatio post disceptationem,
presentada el lunes por el cardenal húngaro Péter Erdo y en la que se
hablaba por ejemplo de reconocer «el apoyo precioso» que se prestan los
miembros de muchas parejas homosexuales o se animaba a la Iglesia «a
mostrar atención especial con los niños que viven con las parejas del mismo sexo»
quedaban ayer plenamente en evidencia ante las enmiendas presentadas
por los círculos menores, y que probablemente recogerá el texto final
que el sábado será sometido a votación.
«Las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas
al matrimonio entre hombre y mujer, habiendo igualmente preocupación por
salvaguardar los derechos de los hijos, que deben crecer en armonía con
la ternura de padre y de la madre», se lee en el dictamen del Círculo B
en italiano. «La sexualidad que nos hace existir como humanidad en lo
masculino y lo femenino es un valor irrenunciable en la antropología y
en la teología cristiana», decreta el círculo en español A, moderado por
el cardenal Francisco Robles Ortega.
También las conclusiones el círculo B en español, moderado por el
cardenal catalán Lluís Martínez Sistach, revelan sus pegas en ese
sentido al borrador:
«Consideramos que faltaron en el mismo énfasis sobre temas importantes como el aborto,
los atentados contra la vida, el amplio fenómeno de la adopción, las
decisiones en conciencia de los esposos, así como una mayor claridad
sobre el tema de la homosexualidad».
Pero si en la cuestión de la homosexualidad hay unanimidad,
en la posibilidad de administrar la comunión a los divorciados casados en segundas nupcias se aprecian más divisiones.
Algunos círculos menores han dejado claro su deseo de que la doctrina
no se modifique y se continúe negando ese sacramento a los divorciados
que han vuelto a contraer matrimonio. Pero otros, abogando por la
compasión y la misericordia, se muestran dispuestos a un cambio si esas
personas cumplen unas condiciones determinadas.