LONDRES.-(AGENCIALAVOZ) ¿Se imaginan que se tratase de
justificar un brote independentista a través de la magia negra?
Intentar controlar las tendencias y opiniones políticas de los
ciudadanos a través del miedo, pero no con el miedo actual –y habitual–
al qué pasará si gana el otro –siempre mejor que afrontar el qué harán
de ser ellos–. Imagínense hacerlo mediante brujas, apariciones
fantasmales y demás representaciones características de la brujería,
como
gancho clave para que los votantes se anexionen a determinadas corrientes ideológicas.
Plantearse
algo así en pleno debate sobre la celebración o no de la consulta
catalana, podría sonar a sorna si pensamos que hoy los ciudadanos pueden
acceder –otra cosa es que lo hagan– a cualquier tipo de información que
les ayude a ampliar sus opiniones y solventar posibles dudas sobre qué
posturas son las que más se amoldan a sus creencias y deseos –aunque
tengan que buscar a fondo– antes de posicionarse.
Pero en la
década de los 70, los habitantes de
Irlanda del Norte
no tenían acceso a todo tipo de informaciones y podían ser
influenciados con argumentos de todo tipo: incluidos los espirituales.
La inteligencia militar británica en Irlanda del Norte utilizó temores sobre posesiones demoníacas, misas negras y brujeríaAl menos así lo plantea el profesor de la Universidad de Sheffield
Richard Jenkins en su libro
Black Magic and Bogeymen: Fear, Rumour and Popular Belief in the North of Ireland 1972-74 (Cork University Press), dónde explica que la
inteligencia británica acusó a los movimientos independentistas de utilizar magia negra para atraer a la población a su postura.
Como
explica Henry McDonald, corresponsal de
The Guardian
en Irlanda, en el libro se plantea que “la inteligencia militar
británica en Irlanda del Norte utilizó temores sobre posesiones
demoníacas, misas negras y brujería como parte de una
guerra psicológica contra los grupos armados emergentes en los disturbios en la década de 1970”.
Una campaña propagandística paranormal
A
través de declaraciones de diferentes oficiales, e incluso del jefe de
“operaciones negras” del ejército en Irlanda del Norte, el capitán
Colin Wallace, el libro ahonda en los denominados por la inteligencia militar británica “
ataques paramilitares a través de lo paranormal”,
El ejército se encargó de
filtrar a la prensa historias relacionadas con misas negras y rituales satánicos
para generar la paranoia social de que los grupos paramilitares habían
convocado al diablo para ganar adeptos. Toda una campaña de propaganda
para la que no dudaron incluso en colocar velas invertidas y crucifijos
en los edificios abandonados en algunas de las zonas de guerra de
Belfast.
Una población creyente en las "fuerzas oscuras"
Jenkins explica que
los rumores de magia negra no pueden entenderse sin tener en cuenta un enfoque multidisciplinario,
incluyendo en su análisis perspectivas y pruebas comparativas de la
antropología, la sociología, el folclore y los estudios de los medios de
comunicación. Lo que ayuda a comprender desde diferentes ángulos cómo
los rumores de magia negra pudieron calar en determinados sectores de la
población.
El hecho de que la
Iglesia, tanto
católica como protestante, no negase la existencia de este tipo de
manifestaciones, hacía mucho más sencillo transmitir, en una
población eminentemente religiosa,
la idea de que los movimientos paramilitares emergentes, así como las
campañas de violencia y asesinatos que tuvieron lugar, “había desatado
las fuerzas del mal en la sociedad de Irlanda del Norte”.
Los disturbios habían abierto una puerta a las fuerzas oscuras"Estábamos
buscando algo que aborreciesen las dos comunidades y, al mismo tiempo,
algo que los paramilitares no podían justificar”, declara el capitán
Wallace en sus charlas con Jenkins.
De este modo, comenzaron a relacionar asesinatos y torturas con rituales satánicos, de tal forma que una
población especialmente devota y creyente como la irlandesa pudiese creer realmente que la violencia paramilitar tuviese su origen en la magia negra y las “fuerzas del mal”.
La magia negra no explicaba todo
No
sólo eso, como explica el autor, más allá de las creencias religiosas,
la campaña de propaganda de la inteligencia militar británica intentó
relacionar que
las circunstancias de pobreza que rodeaban a los ciudadanos, como la falta de trabajo y alimentos,
eran también consecuencia de algo sobrenatural.
Pero además de la religión o la situación socioeconómica, el autor también destaca que
la inteligencia militar supo explotar el miedo al satanismo alimentado por exitosas películas de la época como
La novia del diablo (Terence Fisher, 1968) o
El Exorcista (William Friedkin, 1973). No se les escapaba una.
En
opinión de Jenkins, Wallace y la unidad política de información tenían
dos objetivos principales: animar a una población creyente a pensar que
los disturbios habían abierto una puerta a las "fuerzas oscuras" para
frenar su activismo, y culpar a los paramilitares por su implicación en
los mismos.