CHILE.-(AGENCIALAVOZ.ORG)El Estado no tiene para qué otorgar reconocimiento público a actos privados que no tienen un beneficio público. Si el matrimonio sólo se tratara de compartir afectos entre las parejas o de regular algún compromiso entre ellos, su interés sería sólo privado y no necesitaría un reconocimiento público. Sin embargo, al Estado le interesa reconocer el matrimonio entre un hombre y una mujer, porque trae beneficios públicos: permite engendrar hijos y les entrega la estabilidad necesaria para su crianza, asegurando las futuras generaciones.
En el debate actual, muchas personas no quieren reconocer la importancia de este beneficio público que sólo resulta de la unión entre parejas heterosexuales, y reclaman que el concepto tradicional de matrimonio es una forma de discriminación. Esto no es discriminar a las personas homosexuales, porque en su vida privada ellos pueden buscar su felicidad si eso no amenaza el interés de la comunidad. Pero los homosexuales no tienen derecho a imponer su felicidad privada dañando el matrimonio como institución de responsabilidad pública.
Aquí está la confusión, porque los homosexuales hablan del matrimonio como si se tratara de una institución que sólo entrega derechos sin exigir responsabilidades. Y el matrimonio es principalmente una institución de responsabilidades: engendrar y criar hijos. Si se elimina esta responsabilidad de procrear, del concepto de matrimonio, va a cambiar su significado también para las parejas heterosexuales, porque no pueden existir dos definiciones para el mismo concepto. Los homosexuales tienen derecho a ser felices en sus relaciones privadas, pero eso no tiene nada que ver con que el Estado deba otorgarles el mismo reconocimiento público que a las parejas heterosexuales, pues no hay interés público en eso, sino privado.
Por: Jonathan Richardson