lunes, 1 de octubre de 2007

¿CÓMO AYUDAR A UN NIÑO DE LENTO APRENDIZAJE?



Escrito Por: Dr James Dobson


( AGENCIALAVOZ ) Permítame decirle lo que se sabe en la actualidad acerca del desarrollo intelectual, y que podría explicar algunos de los casos de déficit en el aprendizaje, aunque no todos.
Se han ido acumulando evidencias que parecen indicar que algunos niños que aprenden con lentitud, e incluso aquellos que son casi retrasados, tal vez no hayan recibido un estímulo intelectual adecuado en sus primeros años de vida. Parece existir un período crítico que dura los tres o cuatro años primeros, en el cual se debe aprovechar su potencial para el crecimiento intelectual. En el cerebro hay sistemas de enzimas que se deben activar durante este breve período. Si se deja pasar la oportunidad, tal vez el niño nunca alcance su capacidad.
Los niños que crecen en medio de privaciones tienen más posibilidades de ser lentos para aprender. Tal vez no estén acostumbrados a oír hablar a los adultos, o no se les hayan proporcionado libros y rompecabezas interesantes para hacer funcionar su sistema sensorial. Tal vez no los hayan llevado nunca al zoológico, al aeropuerto ni a ningún otro lugar emocionante. Puede que no hayan recibido instrucción y orientación diarias de parte de los adultos. Esta falta de estímulo podría inhibir el cerebro e impedir que se desarrolle correctamente.
En varios experimentos fascinantes, hechos con animales, se ha estudiado el efecto del estímulo del cerebro vivo a temprana edad. En un estudio, los investigadores dividieron a unas ratas de la misma camada en dos grupos idénticos. Al primero se le dio un estímulo máximo durante los primeros meses de vida. A estas ratas se las mantenía en jaulas bien iluminadas, rodeadas por ruedas de paletas y otros juguetes interesantes. Se les trataba con regularidad y se les permitía explorar fuera de sus jaulas. Se les sometía a experiencias de aprendizaje y después se les recompensaba por haber recordado. El segundo grupo vivía el tipo opuesto de existencia. Estas ratas se pasaban el tiempo encogidas dentro de jaulas con poca iluminación, aburridas y nada interesantes. No se les trataba ni se les estimulaba de manera alguna, y no se les permitía que salieran de las jaulas. La comida que recibían ambos grupos era idéntica.
A los ciento cinco días de edad, se sacrificaron todas para examinar su sistema nervioso. Los investigadores tuvieron la sorpresa de hallar que los cerebros de las ratas que habían recibido mucho estímulo diferían en varios sentidos importantes: (1) la corteza (la parte pensante del cerebro) era más gruesa y ancha; (2) el suministro de sangre era mucho más abundante; (3) las encimas necesarias para el aprendizaje eran más complicadas. Los investigadores llegaron a la conclusión de que los estímulos recibidos por el primer grupo al principio de su vida habían dado por resultado un cerebro más avanzado y complejo. Siempre es arriesgado aplicarles directamente a los humanos las conclusiones de una investigación con animales, pero es probable que se produzca el mismo tipo de cambios en el cerebro de los niños que reciben un alto nivel de estímulo. Para favorecer el que sus hijos lleguen a ser personas con capacidad, los padres deben comenzar por hablarles extensamente mientras son aún bebés. Deben colocarles alrededor de la cuna juguetes interesantes que se muevan o hagan algo. Desde entonces, y a lo largo de toda su infancia, deben programarles regularmente actividades de aprendizaje.
Por supuesto, los padres deben comprender que hay diferencia entre el estímulo y la presión. Darle libros a un niño de tres años es algo estimulante. Ridiculizarlo y amenazarlo porque no los puede leer, es presionarlo. Imponerles expectativas inalcanzables puede tener un efecto dañino en los niños.
Si el estímulo a edad temprana es tan importante como parece serlo en estos momentos, entonces la falta de ella podría ser una de las causas principales de las dificultades que tienen los escolares en cuanto al aprendizaje. Es imprescindible que los padres dediquen tiempo a la inversión de sus recursos en sus hijos. La necesidad de proporcionarles a los niños pequeños unas experiencias edificantes nunca ha sido tan evidente como lo es hoy.

 
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