miércoles, 31 de octubre de 2007

¿Cuál es la causa de que haya muchos jóvenes violentos?


Dr. James Dobson



Se han invertido centenares de millones de dólares en investigaciones destinadas a responder esa pregunta. Los hallazgos son sorprendentes. Además de la violencia que los niños han visto en la televisión y en las películas, y aparte de las guerras de drogas que han presenciado, la tendencia hacia la violencia está íntimamente relacionada con el descuido y el abuso que tantos de ellos han sufrido. Esto es especialmente cierto entre los que han crecido en los barrios más bajos.
Lo que se ha llegado a saber es que millones de niños, muchos de ellos nacidos de padres alcohólicos y drogadictos, han sido sometidos a privaciones inimaginables. Los dejaban en la cuna durante días, mientras los pañales sucios les quemaban el trasero y las piernas. A algunos los golpeaban una y otra vez, o los quemaban con agua caliente, o les hacían pasar hambre. Otros sencillamente no tuvieron a nadie que los amara y los abrazara cuando estaban asustados. Muchos han sido explotados sexualmente desde sus primeros días; algunos incluso en su infancia. Si sobreviven, crecen en las calles sin la guía y el cuidado de los adultos. Por la noche duermen en bañeras para evitar las balas de los que pasan en auto disparando. Si esta descripción le parece exagerada, hable con los trabajadores sociales o los policías que trabajan todos los días en los barrios bajos de las grandes ciudades.
¿Qué le hace a un niño el que experimente el dolor, el temor y las privaciones a un grado extremo siendo de muy tierna edad? Las respuestas están comenzando a llegar. Lo que se ha sabido es que los niños que pasan por estos traumas en el primer año, o los dos primeros años de vida, producen altos niveles de hormonas relacionadas con la tensión; sobre todo cortisol y adrenalina. Esas sustancias ponen el cuerpo en un “estado de reacción de alarma”, para que se pueda enfrentar con las crisis que surjan. Pero en un niño pequeño, el cerebro actúa como una aspiradora y absorbe estas hormonas relacionadas con la tensión. El aparato neurológico humano es bombardeado con sustancias químicas que no deberían estar presentes en un niño de esa edad. La consecuencia es el deterioro del aparato pensante y el desarrollo emocional del niño o la niña. En concreto, el “mecanismo de disparo” de ciertas porciones del cerebro se vuelve inoperable.
Lo que estoy diciendo es que muchos de los niños de los cuales se abusa hoy pueden matar y destruir sin que les remuerda la conciencia, porque literalmente, tienen daño en el cerebro. No sienten lo que usted y yo sentimos. No pueden compadecerse de las víctimas indefensas de la manera que deberían, porque la emoción de la compasión brota de unas funciones cognoscitivas que ya no funcionan. En ese punto, algunos de ellos son asesinos en potencia, a la espera del momento y el lugar para disparar, acuchillar o golpear a alguien.
Por supuesto, no estoy excusando su conducta violenta, y la sociedad no se puede dar el lujo de tolerarla. Sin embargo, esto explica en parte los crímenes que se cometen día tras día en los barrios bajos de las ciudades.
El resumen de todo es éste: Estamos pagando un precio terrible por la desintegración de la familia y los abusos cometidos con los niños. Toda sociedad que no proteja a los que son más vulnerables dentro de ella, puede esperar que va a sufrir a manos de esos individuos de los que se ha abusado, tan pronto como tengan edad suficiente para devolver el golpe.
Así que póngales cerradura a sus puertas y evite el contacto visual cuando vaya conduciendo su auto por ciertas partes de su ciudad. Hay jovencitos que están dispuestos a matarlo tan pronto como usted los mire.

 
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