jueves, 15 de noviembre de 2007

Ayúdeme: Mi esposo no reacciona emocionalmente


Dr. James Dobson


¿Qué consejo le daría usted a una mujer cuyo esposo sencillamente no reacciona emocionalmente ante ella? Ésa es mi situación. Mi esposo es un buen hombre, pero no es romántico, y prefiere guardarse sus pensamientos. ¿Cómo me puedo enfrentar a los anhelos que llevo dentro?

Hay algunos hombres que nunca van a poder satisfacer las necesidades de su esposa. No comprenden la forma en que piensan las mujeres, y nunca se les ha exigido que le “den” a nadie. Las mujeres casadas con hombres tan poco románticos y comunicativos deben decidir lo que es razonable esperar, y cómo pueden labrarse una vida significativa juntos. O pueden buscar un divorcio temprano. Me parece mejor lo primero.
Si Darío es un hombre así, le aconsejo que trate de mostrarle, sin quejarse ni enojarse, en qué sentidos usted es diferente de él y cuáles son sus necesidades exclusivas. Trabaje para cambiar lo que se puede mejorar en su relación, explique lo que él pueda comprender, resuelva aquello que se pueda resolver, y negocie lo que esté abierto a un entendimiento. Cree el mejor matrimonio posible a partir de los materiales en bruto proporcionados por dos seres humanos imperfectos, cada uno de ellos con su personalidad distintivamente exclusiva. En cuanto a todas las asperezas que nunca se van a poder limar, y los defectos que nunca se van a poder erradicar, trate de desarrollar la mejor manera posible de verlos y decídase a aceptar la realidad tal como es. El primer principio de la salud mental consiste en aceptar lo que no se puede cambiar. Le sería muy fácil caer en una depresión a partir de las circunstancias que tiene en su vida. Pero también puede decidirse a mantenerse firme y contentarse a pesar de ellas. La palabra clave aquí es escoger.


¿Puede usted aceptar a su esposo tal como él es?


Son raras las veces que un ser humano satisface todos los anhelos y las esperanzas que otro lleva dentro. Por supuesto, que esta moneda tiene dos caras: Usted no puede ser tampoco su mujer perfecta. Él no está mejor preparado para resolver todo su conjunto de necesidades emocionales, que usted para convertirse en la mujer de sus sueños sexuales cada veinticuatro horas. Ambos cónyuges tienen que contentarse con las debilidades y los defectos humanos, con la irritabilidad, la fatiga y las “jaquecas” nocturnas de vez en cuando. No es un buen matrimonio aquel en el que reina la perfección: sino aquel en el que existe una relación en la cual una perspectiva saludable pasa por alto una multitud de cosas imposibles de resolver.
Con esto no quiero insinuar que el consejo que le he dado sea fácil de poner en práctica, o que haga desaparecer los anhelos descritos por usted, pero tarde o temprano, todo ser humano se encuentra en situaciones difíciles que se hallan por encima de su control. En ese momento, la persona se derrumba, sale corriendo, se pone furiosa, o hace las tres cosas. Yo le sugiero que la aceptación es una alternativa mejor.

 
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