lunes, 12 de noviembre de 2007

Recompensas y castigos en la disciplina a los hijos


Por Dr James Dobson


( AGENCIALAVOZ ) ¿No está manipulando la madre a su hijo cuando usa recompensas y castigos para lograr que él haga lo que ella quiere?


Respuesta: No es diferente del supervisor en una fábrica, que “manipula” a sus empleados al descontarles dinero de su cheque si llegan tarde. No es diferente del policía que “manipula” al conductor que sobrepasa el límite de velocidad, al entregarle una multa. No es diferente de la compañía de seguros que “manipula” al mismo conductor al aumentarle su cuota por no ser un conductor prudente. No es diferente del Departamento de Impuestos que “manipula” a un contribuyente que presenta su declaración con retraso. La palabra “manipular” insinúa que hay un motivo egoísta de parte de quienes están en una posición de autoridad. No estoy de acuerdo con esa idea.
¿En qué casos no recomendaría usted el uso de recompensas?

Respuesta: Las recompensas no se deben usar nunca como una forma de pagarle al niño para que no desobedezca. Eso es lo que constituye el soborno: un sustituto de la autoridad. Por ejemplo, a mamá le está costando controlar a su niña de tres años en el supermercado. “Patricia, ven aquí”, le dice, pero la pequeña grita: “¡No!”, y se aleja corriendo. Entonces mamá, exasperada, le ofrece a Patricia un caramelo si vuelve enseguida. En lugar de recompensar la obediencia, mamá en realidad lo que ha hecho es reforzar el desafío de la niña.
Otro mal uso de las recompensas es el de pagarle a un niño por hacer los trabajos rutinarios que son responsabilidad suya como parte de la familia. Sacar la basura y hacer la cama podrían ser dos de estos deberes acostumbrados. En cambio, cuando se le pide que pase medio sábado limpiando el garaje, o sacando las malas hierbas del jardín, parece muy adecuado reconocerle valor al tiempo que ha utilizado para hacerlo.

Me preocupa el darle una importancia indebida al materialismo con mis hijos. ¿Acaso tienen que darse las recompensas en forma de dinero o juguetes?

Respuesta: De ninguna manera. Una palabra de elogio es un gran incentivo para algunos niños. También un sabroso refrigerio puede llamarles la atención, aunque tiene sus inconvenientes. Cuando mi hija tenía tres años, comencé a enseñarle el alfabeto y algunas otras cosas que pueden enseñársele a un niño de esa edad. Al planear las sesiones de instrucción cada noche después de cenar, darle a ella caramelos y bombones era la principal motivación. (En esa época me preocupaba menos en cuanto al efecto del exceso de azúcar que ahora.) Una noche nos encontrábamos sentados en el suelo, y yo estaba enseñándole algunas letras, cuando un tremendo choque sacudió el vecindario. Inmediatamente todos salimos afuera de la casa para ver qué había sucedido, y observamos que un adolescente había chocado con su auto en nuestra tranquila calle. El muchacho no se había herido seriamente, pero su auto había quedado completamente destruido. Le echamos agua al auto, que estaba ardiendo, y llamamos a la policía. No fue hasta que la excitación comenzó a disminuir que nos dimos cuenta de que nuestra hija no había salido de la casa con nosotros. Regresé a donde habíamos estado los dos juntos, y la encontré con el brazo entero metido en la bolsa de caramelos y bombones que yo había dejado allí. Se había comido como la mitad, y casi la otra mitad del chocolate la tenía por toda la cara. Cuando ella vio que yo me acercaba, se las arregló para llenarse otra vez la boca. Ese día aprendí una de las limitaciones de usar el estímulo material, o al menos, de usar el estímulo comestible.
Cualquier cosa que sea deseable para el individuo puede servir como estímulo de la conducta, desde la alabanza hasta las golosinas y los tiempos de juego.


¿Qué haría usted si tuviera un hijo en la escuela primaria, y estuviera en un aula en estado caótico y con una maestra desorganizada?


Respuesta: Yo haría cuanto estuviera a mi alcance para que cambiaran de aula a mi hijo. En diez meses con una maestra incompetente se pueden desarrollar un buen número de malos hábitos y actitudes. También se podría pensar en hacerlo estudiar en casa, o enviarlo a una escuela privada, si lo permiten los recursos.

 
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