Dr James Dobson
PREGUNTA: Necesito más ayuda para comprender de qué forma debo interpretar la conducta infantil. Mi problema es que no sé cómo reaccionar cuando mi hijo Cris me enfada. Estoy seguro de que hay muchas infracciones poco importantes que es mejor que los padres pasen por alto. Hay otros momentos en que es necesaria la disciplina de inmediato. Sin embargo, no estoy seguro de que vaya a reaccionar de la manera correcta en el impulso del momento.
RESPUESTA: Como es obvio, lo primero que debe hacer es determinar cuáles son las intenciones de Cris, sus sentimientos y sus pensamientos. ¿Hay evidencias de que esté retando la autoridad de usted? Mientras más abierto sea su desafío, más crítico es que responda con firmeza. Sin embargo, si todo lo que ha hecho es comportarse con inmadurez, o tal vez se ha olvidado, o cometido un error, debe ser mucho más tolerante. Esta distinción tiene mucha importancia. En el primer caso, el niño sabe que está actuando mal, y espera para ver lo que su padre o madre va a hacer al respecto; en el segundo, todo lo que sucede es que se ha metido en una situación que no había planeado.
Permítame ser más concreto. Supongamos que Cris está haciendo tonterías en la sala de la casa y se cae contra una mesa, rompiendo unas tazas de porcelana costosas y otros objetos. O tal vez pierde sus libros mientras regresa de la escuela a casa. Estos actos se deben a la falta de responsabilidad de los niños, y así se deben tratar. Tal vez usted prefiera pasar por alto lo que hizo, o le exija que trabaje para pagar lo que perdió; eso depende de su edad y de su nivel de madurez. Sin embargo, estos accidentes y equivocaciones no representan un reto directo a la autoridad. Puesto que no son motivados por un altanero desafío, no deberían tener por consecuencia una reprensión o un castigo serio.
En cambio, cuando un niño le grita cosas obscenas a su madre, o golpea el suelo con el pie y le dice que se calle, está sucediendo algo muy distinto. Ha pasado al ámbito del desafío voluntario. Tal como lo indican estas palabras, se trata de un acto deliberado de desobediencia que se produce cuando el niño sabe lo que quieren sus padres, pero cierra los puños, se afirma sobre los pies y se prepara para la batalla. Se niega a aceptar el liderazgo de sus padres, como cuando corre al ser llamado, o desobedece y después tal vez mienta acerca de lo que hizo. Cuando se produce esta clase de enfrentamiento cara a cara entre generaciones, lo que está en juego es el liderazgo de los padres. No es momento para tranquilos diálogos acerca de las virtudes de la obediencia. No es ocasión para sobornos, negociaciones ni promesas. Tampoco es sabio esperar hasta que papá llegue del trabajo para que se ocupe de su mala conducta.
Usted ha trazado una línea en el suelo y Cris ha puesto los preciosos deditos de su pie al otro lado de ella. ¿Quién va a ganar? ¿Quién tiene más valor? ¿Quién es el que manda? Ésas son las preguntas que está haciendo, y es vital que usted se las responda. Si usted no da una clara respuesta en ese momento, él va a provocar otras batallas destinadas a hacer esas mismas preguntas una y otra vez. Ésa es la forma en que piensa el niño de voluntad firme. La paradoja máxima de la niñez es que los jovencitos quieren que los dirijan, pero al mismo tiempo insisten en que sus padres se ganen el derecho a dirigirlos.
En resumen, cuando se produzca una conducta incorrecta, su obligación es mirar primero la cuestión de su intención, y después la cuestión del respeto. Según la forma en que usted interprete estas dos actitudes, deberá saber de inmediato cómo reaccionar.
PREGUNTA: Yo creo realmente que a los niños se les debe dar libertad para hacer algo incorrecto, siempre que no signifique peligro. Por ejemplo, yo dejo que mis hijos digan malas palabras, y no veo que eso cause ningún daño. ¿Está usted de acuerdo?
RESPUESTA: No. Así como no espero que los padres utilicen ese tipo de lenguaje, ciertamente tampoco creo que se lo deban permitir a sus hijos. Hablar de esa forma es algo falto de respeto, rudo e innecesario.