MADRID.- ( AGENCIALAVOZ.COM ) Las metástasis son la principal causa de muerte en los pacientes con cáncer. Se trata de un proceso que comienza cuando las células tumorales abandonan su localización primaria para desplazarse hasta otros órganos en los que son capaces de 'anidar'.
Sin embargo, los científicos aún desconocen algunos aspectos cruciales de esta progresión. Por eso son tan importantes los hallazgos publicados esta semana en la revista 'Nature' que demuestran que un solo gen (que regula hasta 1.000 genes diferentes) es capaz de influir en el desarrollo de las metástasis de los tumores más agresivos.
Los descubrimientos, llevados a cabo en la Universidad de California (en EEUU) por un equipo de genetistas dirigido por la profesora Terumi Kohwi-Shigematsu, se han podido confirmar tanto en ratones como en muestras de tejido humano conservadas 'in vitro'.
El equipo de Kohwi-Shigematsu ha demostrado que es posible desactivar a este 'líder' pernicioso para frenar la proliferación de las células cancerosas e incluso devolverles su apariencia normal. Por el contrario, cuando modificaron genéticamente a varios roedores para que expresasen la proteína producida por este gen, los animales desarrollaron una variedad de tumor extremadamente agresiva, que en apenas nueve semanas metastatizó en los pulmones de los roedores.
Hasta ahora, este elemento era ya conocido por su papel como regulador durante el proceso de diferenciación y activación de unas células defensivas del organismo, las llamadas células T. Sin embargo, más allá de esta función en la formación del sistema inmunológico, este nuevo trabajo demuestra que las células tumorales necesitan de su intervención para volverse agresivas y provocar metástasis.
Los descubrimientos, llevados a cabo en la Universidad de California (en EEUU) por un equipo de genetistas dirigido por la profesora Terumi Kohwi-Shigematsu, se han podido confirmar tanto en ratones como en muestras de tejido humano conservadas 'in vitro'.
El equipo de Kohwi-Shigematsu ha demostrado que es posible desactivar a este 'líder' pernicioso para frenar la proliferación de las células cancerosas e incluso devolverles su apariencia normal. Por el contrario, cuando modificaron genéticamente a varios roedores para que expresasen la proteína producida por este gen, los animales desarrollaron una variedad de tumor extremadamente agresiva, que en apenas nueve semanas metastatizó en los pulmones de los roedores.
Hasta ahora, este elemento era ya conocido por su papel como regulador durante el proceso de diferenciación y activación de unas células defensivas del organismo, las llamadas células T. Sin embargo, más allá de esta función en la formación del sistema inmunológico, este nuevo trabajo demuestra que las células tumorales necesitan de su intervención para volverse agresivas y provocar metástasis.
Un 'coordinador' de 1.000 genes
Según explica esta investigadora, la proteína parece ser particularmente importante en todas aquellas células que necesitan modificarse de alguna manera para ejercer sus funciones; como ocurre con las células tumorales, que requieren algunos cambios para anidar fuera del tumor primario.
"Hemos observado que en el cáncer de mama, SATB1 reprograma el genoma para modificar cientos de genes al mismo tiempo, y así promover la proliferación celular y la formación de metástasis", explica Kohwi-Shigematsu.
Entre los genes que regula destaca uno bien conocido por los oncólogos por su papel en algunos tumores muy agresivos: HER2. Pero a pesar de la importancia de sus resultados, los científicos reconocen que aún quedan muchas cosas por descubrir: Por ejemplo, porqué SATB1 'despierta' en un momento concreto del proceso tumoral para facilitar las metástasis, o qué hace que este 'coordinador metastásico' regule un grupo de genes concretos y no otros.
En este sentido, el investigador español afincado en Nueva York, Joan Massagué, coincide en que ahora habrá que averiguar qué genes de este millar son los verdaderamente responsables de la actividad tumoral. "Los autores mencionan en su artículo que entre ellos se encuentran los genes responsables de las metástasis del cáncer de mama a hueso y a pulmón que mi equipo ya identificó previamente en humanos, aclara Massagué a elmundo.es. "Que distintos grupos estén llegando al mismo grupo de genes es una buena noticia porque da confianza de que la investigación va por buen camino".
Frenar las metástasis
Los científicos de California analizaron 2.000 muestras de tejido procedentes de mujeres con cáncer de mama, de las que además conocían con detalle su evolución gracias a su historia clínica. La actividad de este gen estaba más elevada precisamente en las que menos tiempo habían sobrevivido a su enfermedad. Esto lo convierte en un buen indicador pronóstico, asegura el trabajo, "independiente de otros criterios clínicos que se tienen en cuenta habitualmente, como la extensión de la enfermedad a los ganglios, por ejemplo".
Para completar su experimento, el equipo cultivó 'in vitro' líneas celulares altamente agresivas, es decir, con elevados niveles de SATB1 y probó a ver qué ocurría cuando reducían su expresión. El resultado fue que al 'bloquear' este gen maligno lograron reducir significativamente la capacidad invasiva de las células tumorales, así como su habilidad para viajar por el torrente sanguíneo (una condición necesaria para que lleguen hasta otras regiones del organismo).
"SATB1 es crucial en la formación de las metástasis del cáncer de mama ya que controla la expresión de más de 1.000 genes. Incrementa la actividad de algunos que promueven el crecimiento tumoral y, al mismo tiempo, bloquea otros que deberían actuar como supresores tumorales".
"Este trabajo demuestra que una de las proteínas que controla el 'empaquetado' del genoma puede allanar el terreno para que las células cancerosas se comporten como tales", concluye por su parte el doctor Massagué. "Los investigadores han presentado evidencias de que un cambio global en la actividad de un millar de genes, causado por esta proteína, acelera la formación de tumores de mama. Y al acelerar la formación de tumores, secundariamente, favorece también la formación de metástasis", apunta el responsable del Programa de Biología y Genética del Cáncer en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York.