CHINA-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Una vez pasado el enfrentamiento físico entre el Gobierno chino y los partidarios del Dalai Lama y la independencia del Tíbet, llega la hora de la propaganda y la guerra de cifras.
«Incluso han venido a nuestro hotel y han buscado en todas las habitaciones por si había algún tibetano escondido», explicó a ABC por teléfono un español que se encuentra en estos momentos en Lhasa y prefiere no desvelar su identidad.
Pérdidas millonarias
Pekín ha hecho balance de los disturbios y estima que las pérdidas por los destrozos en 300 inmuebles de Lhasa ascienden a nueve millones de euros. Además, se han publicado los testimonios de varias personas que supuestamente tomaron parte en el levantamiento, que han asegurado que se vieron obligados a seguir a la enfurecida muchedumbre porque los cabecillas amenazaban con quemar sus hogares si no se unían.
Para evitar que los instigadores huyan la Policía ha establecido numerosos controles de carretera e impide que los tibetanos salgan de Lhasa hacia otros lugares. Además, los retratos de algunos manifestantes están siendo difundidos por la televisión estatal para lograr su detención gracias a la colaboración ciudadana.
«Hay cámaras por todas partes y la Policía tiene mucha información, por lo que los tibetanos más jóvenes, hayan hecho algo o no, tienen mucho miedo a salir a la calle y se quedan en sus casas», relató el español residente en Lhasa.
Aunque la ciudad va recuperando la normalidad poco a poco, las protestas se han extendido a otras provincias limítrofes, como Qinghai, Sichuan y Gansu, donde se podrían haber registrado varios fallecidos. Pero resulta muy difícil saber qué esta pasando en dichos lugares porque la Policía los ha sellado para impedir el acceso de los periodistas extranjeros.
Acoso a la prensa
Según ha denunciado el Club de Corresponsales de Pekín, una treintena de reporteros internacionales han tenido problemas para realizar su trabajo o no han podido llegar a los focos de las revueltas al haber sido detenidos por los agentes. Entre ellos, el corresponsal de ABC, que fue «invitado» a irse de Xiahe, en la provincia de Gansu, tras entrar en la ciudad para cubrir las protestas. Por eso, aún no se sabe si los muertos en la revuelta son los 16 que asegura el régimen chino o los más de cien que denuncia el Gobierno tibetano en el exilio.
Ahora está por ver si surte efecto la llamada a la calma efectuada por el Dalai Lama a sus seguidores, a los que incluso ha amenazado con renunciar a su puesto como representante político si continúa la violencia. A pesar de su gesto y del tono conciliador con que ha pedido que chinos y tibetanos vivan juntos, el secretario del Partido Comunista en el Tíbet, Zhang Qingli, ha asegurado que «el Dalai Lama es un lobo con ropas de monje, un diablo con un rostro humano pero con el corazón de una bestia».
Contra el Dalai Lama
La dureza de sus manifestaciones ha sido tal que ha declarado «una guerra a vida o muerte a la «camarilla» del Dalai Lama, porque son el enemigo». Por su parte, y según explicó el primer ministro británico, Gordon Brown, su homólogo chino, Wen Jiabao, estaría dispuesto a negociar con el Dalai Lama si renuncia, como ya ha hecho en repetidas ocasiones, a la independencia del Tíbet. Se abre una puerta a la esperanza para que el Tíbet recupere la paz que caracteriza a este oasis de espiritualidad.
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