ARGENTINA-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Es capaz de repetir la palabra Dios al menos unas 30 veces a lo largo de dos horas de charla, en la cárcel. En ese lapso, sin embargo, pronunciará el término “secuestro” o “robo” a lo sumo en cinco oportunidades. Una decena de veces dirá “arrepentido” o la frase “hice cosas malas que ya quedaron atrás”.
Martín Ernesto Luzi (29), el delincuente que años atrás supo ser el enemigo número 1 de la Policía tras escaparse de la Cárcel de Bouwer, Argentina y quien cumple una condena de 25 años por secuestro extorsivo y un salvaje asalto, dice y repite, jura y perjura que ya no es el secuestrador frío y despiadado que fue. “El Porteño” afirma que se volcó de lleno al Evangelismo.
“Tenía que buscar una alternativa en mi vida. Porque sabía que tenía muchos años para estar encerrado. Entonces, o me volvía loco o me terminaba ahorcando en la celda. Y encontré la salida en Jesucristo”, dice Luzi, sin titubear ni ponerse colorado.
Hace pocos días, “el Porteño” volvió a ser noticia. Ocurrió que por “razones de seguridad”, el Servicio Penitenciario de Córdoba lo trasladó de la Penitenciaría de barrio San Martín, a la cárcel de Bouwer. ¿Por qué? Los jefes penitenciarios adujeron que tenían información de que estaba planeando otra fuga y que, incluso, habría estado detrás del frustrado intento de escape que presos armados protagonizaron en el penal, en marzo último. Episodio éste que derivó en una toma de rehenes.
Luzi llamó a este diario y denunció que fue trasladado junto al preso Fabián Gallo –quien cumple una condena de 20 años por robo– por guardiacárceles que los golpearon.
“Vení a visitarme y charlamos. Yo estaba saliendo adelante, estaba estudiando y trabajando. Ahora me cortaron todo”, le dijo a este periodista. Y fuimos a verlo como visita.
Luzi y Gallo –quienes aparentemente no se conocían– permanecen aislados en el pabellón A3 del módulo de máxima seguridad 2, al fondo del complejo Bouwer.
Resulta paradójico saber que “el Porteño” está en el mismo establecimiento del que escapó de manera bochornosa, junto a dos secuaces (uno de ellos participó en marzo pasado del intento de fuga de la Penitenciaría) y sin hacer un solo disparo, el 12 de agosto de 2005. La causa de la fuga, en la que hay una decena de guardiacárceles imputados, será enviada pronto a juicio.
–¿Será que como se viene un nuevo juicio contra vos, Martín, ahora querés hablar? Pareciera una estrategia el hacerte el bueno…No. Le repito (Luzi siempre trata de “usted”, aunque uno lo tutee). Yo cambié. Yo dejé lo malo atrás. Fui una persona mala. Pero lo que hice, lo estoy pagando. La verdad de Dios es clara y yo lo sigo a Dios.
Yo enfrento mi condena y quiero cambiar, estudiar y trabajar, pero no me dejan. Quiero cambiar para cuando salga en libertad. Pero en Córdoba hay una Justicia que no existe.
–Cuando salgas, tendrás casi 60 años. ¿Qué te ves haciendo?No sé, electricista quizá. O carpintero.
–¿Lejos de las armas?Sí.
–Entendés que es complicado creerte.Pero es la verdad.
Luzi sigue igual que siempre. Está delgado, rapado. No se le observan crucifijos a simple vista; tampoco, sus tatuajes. Está bien abrigado, con ropa costosa. Mientras habla, dibuja gráficos en un papel y habla del tiempo que le resta cumplir.
–Cuando salgas, tendrás casi 60 años. ¿Qué te ves haciendo?No sé, electricista quizá. O carpintero.
–¿Lejos de las armas?Sí.
–Entendés que es complicado creerte.Pero es la verdad.
Luzi sigue igual que siempre. Está delgado, rapado. No se le observan crucifijos a simple vista; tampoco, sus tatuajes. Está bien abrigado, con ropa costosa. Mientras habla, dibuja gráficos en un papel y habla del tiempo que le resta cumplir.
Es inteligente. Se sabe inteligente. Sirve unos mates horribles. Resulta difícil, estando frente a él, no pensar que utilizó esas manos de dedos largos para esgrimir pistolas cuando secuestró, para apoyar revólveres en las cabezas de sus víctimas cuando robó, para golpear, para llamar por teléfono y exigir rescates, para manejar con destreza vehículos y huir de la Policía. Es complicado no recordar que con esa voz amenazó con matar y violar a los integrantes de una familia de Río Tercero, según la investigación.
La Justicia condenó a Luzi a 23 años por el secuestro del productor rural Marcelo Dezotti (de Oncativo), ocurrido en 2003. Luego le unificaron la pena en 25 años, por el asalto a la mencionada familia riotercerense. Ahora espera un juicio por la fuga de Bouwer y otro en San Juan, por un secuestro. Además, tiene una causa en Buenos Aires por tenencia de armas de guerra. La Policía insiste que estuvo detrás de varios asaltos domiciliarios, cuyas víctimas fueron dopadas y hasta picaneadas.
Luzi dice que en la cárcel se hizo electricista y carpintero. Comenzó a hacer el ciclo básico unificado (CBU) y su idea es estudiar Derecho o Ciencias de la Educación.
Hace dos años, “el Porteño” se casó en prisión con Carla Figueroa, la madre de cuatro de sus seis hijos. Carla habla maravillas de él. “Martín está cambiado, el pastor lo cambió. Ahora, se preocupa por mí, por los chicos. A mis hijos los discriminan por llamarse Luzi y a Martín le hacen la vida imposible en prisión”, cuenta la mujer.
El pastor evangélico es Jorge Olivero, quien afirma: “Una hermana de Luzi me vino a ver a Bajo Yapeyú. Me pidió que los ayudara a él y a su familia. Y así hice. Lo acerqué a Dios. Sé que la gente no le cree. Pero lo importante es que él cambie por dentro. Y cambió, aunque cueste verlo”.
“El Porteño” explica varias veces que es evangelista, pero que no es un “guerrero de Jesucristo”, como se llama el nutrido grupo religioso que practica su fe en el pabellón 18, en la Penitenciaría. Esa organización, así como reúne adeptos, cosecha enemigos.
Que quede claro: este delincuente, que años atrás no dejó dormir durante noches al ex gobernador José Manuel de la Sota, es una persona reservada. Habla de lo que él quiere hablar, por más que le preguntemos unas 20 veces cómo escapó de Bouwer, quiénes estuvieron detrás de todo y cuánto hubo que pagar. No hay modo de que suelte una palabra.
“Yo me escapé, y punto. Yo fui un chico que se crió en la villa y desde pequeño aprendí a robar. Yo tomaba lo malo como si fuera bueno. Robé, secuestré, hice miles de cosas, es cierto. Hice daño y estoy arrepentido”, afirma.
Señala que en el penal se portaba bien.
“Yo no era ‘pluma’ (preso jefe de pabellón) ni manejaba nada. A mí me vinieron a ver guardias para que les vendiera droga y les dije que no. Hay guardias que están con la merca, con las armas; en la cárcel pasa todo. Pero quiero cambiar. Y me sacaron de la Penitenciaría, donde estudiaba, y ahora no puedo hacerlo más”, dice.
No entra en detalles sobre los golpes que cometió. Tampoco se explaya respecto a la complicidad de policías con su banda, algo que supo denunciar años atrás en una fiscalía. ¿Dogmas de la mafia o tranquilidad de saber que ya nadie va a investigar aquello?
Luzi denuncia que cuando fue trasladado del penal a Bouwer, guardias encapuchados lo desnudaron, lo golpearon y lo escupieron. “Todo, mientras me hacían gritar: ‘¡Viva el Servicio Penitenciario!’”. Luzi se ríe.
–Vos sabés que mucha gente va a pensar que a esos golpes los merecés, pensando en lo que le hiciste a tus víctimas…Sí, lo sé. Pero yo hice tal delito y lo estoy pagando con una condena. El sistema está para reinsertarme socialmente. ¿Dónde está el fin de la condena? ¿Qué esperan cuando yo salga? Pareciera que no quieren resocializarme, dijo a La Voz.
–Muchos piensan que vas a volver a actuar, que no cambiás más.La verdad de Dios es clara. Me faltan 20 años preso. No pienso fugar más, ya no más. Éste es el Martín Luzi de hoy. Me salvó el Señor. Y cuando salga, iré con mi familia y trabajaré. Siempre me usaron y me usan como chivo expiatorio. Fue un error mío cuando decidí escaparme o hice el mal. La que hice, la pago, pero no inventen más. Mañana me van a culpar por la muerte de (Manuel) Belgrano.
En el final de la entrevista, Luzi dice una última cosa: “A los jueces siempre les dije que ya no quiero ser un dolor de cabeza”.
El celador golpea la puerta de vidrio de la sala. Son las 12.30: terminó la visita. Luzi se queda charlando con el pastor y lo despide con un beso, antes de que lo esposen y lo lleven de nuevo a su celda