sábado, 8 de noviembre de 2008

Dislexia: cuando la 'd' se confunde con la 'p'


MADRID.- ( AGENCIALAVOZ.COM ) La palabra correcta es 'dado' o 'barco', pero Juan, de 11 años y Alfonso, de 15, leen 'papo' o 'qarco'. Walt Disney, Albert Einstein, Pablo Picasso, Leonardo Da Vinci, Tom Cruise, Boris Izaguirre o Harrison Ford también tuvieron o tienen este problema. Se llama dislexia y al igual que todos ellos hay otros 38 millones de europeos anónimos con grandes dificultades para leer y escribir correctamente.


La Federación Española de Dislexia batalla para que el 8 de noviembre se declare Día Nacional de la Dislexia y sacar así de la ignorancia generalizada un trastorno que sume a entre un 10% y 15% de los españoles en la desigualdad, la frustración y el fracaso académico.
Ésta es una de sus historias. Mientras que los compañeros de clase de Juan quieren ser médicos, artistas o arqueólogos de mayores; él hablaba de ser mendigo. "A los seis años empezó a decir que no valía para nada, que sólo podía ser un vagabundo. Insistía en que quería morirse. Es un niño inteligente, con un cociente intelectual de 138 (lo normal se sitúa entre 90 y 109) por eso se daba cuenta de que los demás aprendían a leer y a escribir, mientras él no podía. Nadie sabía decirme qué le pasaba, Llegaron, incluso, a diagnosticarle una depresión", explica Rosa Saura, madre de Juan y vicepresidenta de la asociación Dislexia sin Barreras (Madrid).
La dislexia se destapa en la edad preescolar "pero, en ese momento, los problemas de aprendizaje suelen atribuirse a la inmadurez" confiesa Anna Sans, coordinadora de la Unidad de Trastornos del Aprendizaje (UTAE) del Servicio de Neurología del Hospital San Joan de Deu (Esplugues de Llobregat, Barcelona) y autora de un libro '¿Por qué me cuesta tanto aprender?' que la editorial Edebé sacará a la venta próximamente.

Un mundo más difícil de codificar
Lo que sucede, en cambio, es que los afectados no automatizan la identificación de palabras (lectura) y/o la escritura de las mismas. La realidad, el mundo, se codifica para todos ellos en un lenguaje mucho más difícil de decodificar, incomprensible, por eso tienen dificultades para establecer la relación entre lo que ven, cómo se escribe o cómo se pronuncia. En definitiva, si su hijo o hija, invierte las palabras o las letras, lee muy lentamente o se atasca, comete muchas faltas de ortografía, le cuesta memorizar las listas, los meses del año, las tablas de multiplicar o los números de teléfono... sospeche de la dislexia.
Y cuando a estos inconvenientes se suma un diagnóstico tardío, las consecuencias para el pequeño se agravan. "Este retraso, común en la mayoría de los casos, implica una mayor afectación en el área emocional, con presencia de alteraciones psicológicas de importancia, tales como somatizaciones, problemas alimenticios, ansiedad o depresión. Estos niños presentan muy baja autoestima, inseguridad y convencimiento de que sus obstáculos obedecen a una baja capacidad intelectual. De hecho, este trastorno es ya la razón del 25% del fracaso escolar", comenta Helena Alvarado, fundadora del Centro de Desarrollo Infantil (CREIX) en Palma de Mallorca y psicóloga infantil y juvenil.
Detrás de la dislexia existe una "base neurobiológica con cierto componente genético. En un 50% de los casos, el afectado tiene un hermano, un padre o una madre con el mismo problema", agrega la doctora Sans.
Lo reconoce Alfonso Callejas, presidente de la Asociación Dislexia Sin Barreras, en Madrid, y padre de Alfonso. "Una vez que supimos lo de mi hijo entendí mi problema. Soy profesor de secundaria, pero me ha costado siempre mucho la lectura".


Alfonso, como Juan, también pasó por el calvario de sentirse incomprendido y tildado de vago o ignorante. "Él estudiaba en el mismo centro donde yo trabajo. Los maestros me comentaban que notaban problemas. Le presionábamos mucho sin saber que todo le costaba el triple que a los demás. Este sobreesfuerzo le llevó a sufrir mucho estrés y depresión".
Apoyo escolar
Para facilitar el diagnóstico precoz de la dislexia y proporcionar apoyo a los afectados, la Asociación Dislexia y Familia (DISFAM) de las Islas Baleares, elevó su voz y "logró en 2006 el amparo en la Ley Orgánica de Educación (LOE) que reconoce la existencia de niños con necesidades específicas de aprendizaje y determina el apoyo a nivel escolar. Actualmente, esta normativa debe ser elaborada por cada una de las comunidades autónomas para establecer los recursos y las acciones necesarias para esta población", recuerda Helena Alvarado.
En este trance, muchos niños y niñas siguen enfrentándose solos al duro currículo escolar. Por eso, algunas agrupaciones familiares han tenido que ir más lejos. Así, la Asociación Catalana de Disléxicos, ha logrado que el departamento de Educación de la Generalitat reconozca una modificación curricular para los disléxicos que cursen bachillerato.
No han conseguido, en cambio, que en las pruebas de acceso a la Universidad dispongan de más tiempo o una mayor flexibilidad en la penalización de las faltas de ortografía, algo que no sucede en Estados Unidos u otros países de nuestro entorno. "Desde hace décadas en dichos países se dispone de recursos y medios específicos obligatorios en toda la escolarización para este alumnado, que es detectado y tratado desde el medio escolar, al igual que disponen de centros sanitarios que los atienden", agrega la psicóloga de Palma de Mallorca.
Queda, por tanto, mucho por hacer, a sabiendas de que la reeducación precoz "centrada en las dificultades del niño y en el aprovechamiento de sus potenciales para compensar las áreas más afectadas así como la puesta en marcha de estrategias de aprendizaje adecuadas a sus necesidades específicas, logran una evolución positiva del afectado", añade esta especialista.



 
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