sábado, 21 de marzo de 2009

Cáncer de cuello de útero, un dardo en el corazón de la feminidad


MADRID.- ( AGENCIALAVOZ.COM ) Fue hace 10 años, en una revisión ginecológica rutinaria. Rosa no deja de repetir que este cáncer hay que prevenirlo como sea, y que nadie debería saltarse las visitas anuales a su ginecólogo. En su caso, eso fue lo que permitió detectar una pequeña lesión en el cuello del útero, que la biopsia acabó confirmando como un cáncer. Su vida ha cambiado desde entonces.


La enfermedad no avisó, como ocurre en muchos casos. Ni dolores, ni molestias... sólo algunos pequeños coágulos de sangre que ella atribuyó a la llegada de la menopausia y que aparecieron cuando estaba fuera de Valencia, trabajando como guía turística, y que tuvieron que cauterizar de urgencia en el hospital. Eso sólo era el principio de un proceso que acabó con una histerectomía para quitarle los ovarios, la matriz y el cuello del útero y una traicionera reaparición de la enfermedad en el colon, el recto y la vejiga.
Pura también acudía a sus revisiones religiosamente. El cáncer se lo detectaron a los 44 años. "Creo que las mujeres de mi edad, con un nivel cultural alto, estamos convencidas de que si acudes al ginecólogo, si te hacen una citología anual, es un cáncer muy detectable. Por eso no hay conciencia de peligro, porque piensas que seguro que te lo van a pillar a tiempo".

Diagnóstico precoz
Pero una negligencia de su ginecóloga de toda la vida ("lo ha dicho un juez") y un retraso en el diagnóstico, hizo que el cáncer no se confirmase hasta que se encontraba ya en un estadio IIIb. En aquel momento, confiesa, "mi incultura sobre el cáncer de cérvix era total". Ahora se ríe cuando oye en la televisión a tertulianos que lo llaman erróneamente "el cáncer de las cervicales"; como si el cuello del útero estuviese en la espalda.
Como recuerda el doctor Antonio González, oncólogo del centro MD Anderson de Madrid, recuerda que la historia natural de este cáncer tiene varios años de evolución. "Para eso sirve la citología, porque desde la infección por el virus del papilomavirus hasta la aparición del cáncer pueden pasar 20 años. Y en ese tiempo, la citología es capaz de detectar cambios anómalos en el endotelio". Es decir, de detectar lesiones precancerosas de fácil tratamiento.
En estadios avanzados el tratamiento incluye quimioterapia, radioterapia externa e interna
Menos del 5% de las mujeres con la infección acaban desarrollando cáncer, porque el propio sistema inmune es capaz de mantener al virus bajo control. Como explica el doctor González, entre los factores de riesgo que predisponen a ello destacan el número de parejas sexuales, la edad de inicio de la primera relación, el tabaco, el uso de anticonceptivos orales, la existencia de otras enfermedades de transmisión sexual o estar inmunodeprimida.


Los tratamientos
Pura pensó, como muchas de las mujeres que pasan por este diagnóstico: "me lo quitarán, me darán 'quimio' y ya está". Pero su tumor era inoperable y a la quimioterapia hubo que sumar radioterapia y seis sesiones de braquiterapia, una especie de radiación interna, que muchas mujeres recuerdan con horror. "Para mí era tan espeluznante que me metieran esas agujas por la vagina que me tenían que dormir un poco; pero aunque es una experiencia terrible sé que eso es lo que ha matado el tumor".
Para tumores de más de 4 centímetros, en los que la cirugía ya no es viable, la terapia incluye cinco semanas de quimioterapia con cisplatino (una vez a la semana), durante las que se recibe además radioterapia externa una vez al día. La braquiterapia, entre tres o cinco días, completan el ciclo.
Ellas, como muchas otras, saben que el cáncer no te roba sólo la salud. Dejar de trabajar fue la primera 'consecuencia' en la vida de Rosa que, además, lleva una bolsa adherida al abdomen para recoger las heces a consecuencia de su segunda operación de colon (denominada colostomía). "Vives cada día pendiente de ello, te limita hasta en la forma de vestir", reconoce; "pero se puede seguir adelante si estás bien cuidado y mimado por la gente que te rodea".
Una de las cosas que el cáncer les 'roba' a algunas de ellas es la normalidad de su vida sexual. "Para muchas mujeres, las relaciones sexuales se convierten en un problema", explica la doctora María Die Trill, coordinadora de la Unidad de Psico-Oncología del Hospital Gregorio Marañón (Madrid). "Un problema que además suele pasar desapercibido, porque los médicos no les preguntan por ello y ellas no lo manifiestan en la consulta".
En algunos casos se recomienda a las pacientes emplear un dilatador vaginal después de las terapias para impedir que la entrada de la vagina se cierre. Se trata de una especie de "pene de metacrilato", como lo describe una de ellas, que debe introducirse en la vagina durante unos minutos cada día. Gracias a su acción no sólo es más fácil y menos doloroso volver a mantener relaciones sexuales, sino que se facilita también la labor del ginecólogo en futuras exploraciones.


Las relaciones sexuales
"Lo que hay es lo que hay", bromea Rosa, "claro que no es agradable y la enfermedad te merma. Yo me pasé un año y medio sin mantener relaciones, con la libido por los suelos. Tienes miedo, te sientes muy vulnerable a cualquier infección y tienes que usar preservativo aunque tengas pareja estable. Pero luego vuelve a surgir el tema y, al final, cuando me he sentido capaz las he retomado".
A los efectos físicos de la radioterapia, que a menudo irritan los genitales ("tengo la vagina de una señora de 90 años", bromea una paciente) y hacen que el coito se vuelva muy doloroso, se suma la pérdida de deseo provocada por los tratamientos, por la llegada adelantada de la menopausia... "A veces la pareja se deteriora después del cáncer. Si ya no funcionaba bien antes del diagnóstico; ahora mucho menos", explica esta psico-oncóloga.
La situación puede ser algo diferente en mujeres jóvenes, sin pareja estable; que en pacientes algo mayores, que llevan casadas o solas muchos años y acostumbradas ya a esta situación. "En las más jóvenes puede aparecer un miedo a no encontrar pareja; pueden sentir temor, vergüenza a lo que vayan a pensar los demás o miedo a no poder ser madres", aclara la especialista.
Pura confiesa que para ella, la mejor terapia de grupo está en la sala donde recibe la quimioterapia. "Desde la primera sesión estás sentado al lado de alguien en la misma situación que tú; y son infinitas las historias que escuchas. Todavía recuerdo lo que me dijo la primera persona a la que conocí en estas circunstancias, en mi primer día de 'quimio': 'No importa el porcentaje que te den los médicos, sino en que lado de la estadística estás tú'".

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Blogger Templates