ARGENTINA-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Con una profunda preocupación pastoral, los miembros de la Junta Directiva de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas emitieron un documento en el que expresan: “Queremos aportar nuestra voz, reflexión y compromiso al debate que se ha instalado en nuestra sociedad con relación al tema de la pena de muerte.
Reconocemos el derecho de toda persona y grupo a vivir en seguridad y gozar de la vida sin temores ni amenazas y estamos convencidos de que la inseguridad exige una respuesta que supere soluciones simples y considere la complejidad del tema. Indudablemente la falta de acceso a una vida digna, fuentes de educación y trabajo, también es violencia e inseguridad.
Tenemos la certeza de que la pena de muerte no es una acertada respuesta a la inseguridad, porque no estamos solamente frente a un problema policial, sino que estamos frente a un problema profundamente social que exige respuestas sociales de diversa índole.
La propuesta de la pena capital asume el argumento que los criminales realizarían una operación racional sobre el costo-beneficio antes de cometer un acto de violencia. Esa actitud es invisibilizar y desconocer que muchos de los crímenes se ejecutan bajo fuertes pasiones y la influencia de drogas y el alcohol”.
El mismo continúa: “La pena de muerte es siempre producto de inequidades. Las estadísticas y la experiencia que surge de aquellos países que aún la aplican muestran que en definitiva son los pobres, los excluidos y los marginados los que mayormente sufren estas condenas.
La pena de muerte es un método abierto a errores irremediables. Teniendo en cuenta la situación de la Justicia en nuestro país tememos mucho sobre la equidad y transparencia en la aplicación de esta condena.
La pena de muerte ignora las responsabilidades sociales y comunitarias que subyacen a muchas situaciones de inseguridad y cierra la posibilidad de un debate franco y honesto. Indudablemente reconocemos la responsabilidad individual, pero ese reconocimiento no disminuye la responsabilidad gubernamental y social y de todas las comunidades de fe, de enfrentar los factores profundos sobre los que debemos actuar para cambiar comportamientos y realidades. La pena de muerte perpetúa el concepto de venganza enmascarado en el ropaje de reparación y justicia.
Nos oponemos a que el Estado se transforme en un instrumento de venganzas personales. La pena de muerte ignora totalmente el concepto de rehabilitación.
Como cristianos y cristianas, comprometidos con nuestros fundamentos de fe, siempre tenemos esperanza en la redención y en la conversión de toda persona. Todo método que cierre esta posibilidad al arrepentimiento no puede ser parte de nuestras propuestas que buscan seguridad con justicia, arrepentimiento y perdón”.