jueves, 5 de noviembre de 2009

El Diablo está en las orgías y en el fraude


MEXICO-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) ¿Usted lo ha visto? Estamos buscando a Satanás, al Diablo, a Lucifer, a Luzbel, a Belcebú, al Maligno, al Demonio. ¿Usted sabe donde está? Ministros de culto consultados por KIOSKO aseguran que el Príncipe de las Tienieblas se encuentra en la mentira diaria.


Una acción tan simple como la mentira suele provenir de un político, de un funcionario, de un empresario, de un comerciante, de un estudiante, de una esposa... de un hombre cualquiera.
“Satanás está siempre en su papel de gran engañador y tentador del pecado y, aunque no es omnipresente porque esa cualidad sólo la tiene Dios, se aparece con frecuencia porque el hombre es malo por naturaleza”, dice Arturo Farela, presidente de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas.

Pero hay quienes niegan la existencia de Satanás diciendo que nunca lo han visto ni tocado.

Unos más dicen que el Chamuco es una invención de mentes enfermas que intentaron manipular a la gente sencilla y de salud quebrada, sólo con la finalidad de sacarles algún dinero.
Otros aseguran que la Iglesia católica lo inventó para tener a todos sus adeptos dominados; asustados con la idea de que si no se portan bien, entocnes Satanás los llevaría al infierno.

El hecho es que las religiones, con base en principios judeo-cristianos, afirman su existencia porque en la Biblia o libro sagrado se tienen decenas de referencias del Maligno.
“Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él”, dice el libro del Apocalipsis (capítulo 12 versículos del siete al nueve).

Las diferentes concepciones
Esta presencia del Demonio, sin embargo, es concebida de manera diferente por los católicos y por los cristianos evangélicos. De acuerdo con el antropólogo Elio Masferrer Khan, los primeros ven a un Satanás existente, pero muy alejado de la realidad, mientras que los segundos actúan diariamente contra el Demonio vivo.
“La misión de Satán es provocar tentaciones. El mal está en todo aquello que daña, viola o no reconoce la dignidad del ser humano y que lo aleja de Dios. Pero hay que recordar que Jesús venció a Satanás en la cruz redimiendo con ello nuestros pecados”, dice el padre Pedro Agustín Rivera, rector de la antigua Basílica de Guadalupe.
“Satanás es un espíritu que engaña al mundo entero, desde los políticos, ministros de culto, artistas, científicos, escritores, ellos se convierten en un instrumento del maligno”, dice Farela.

Es justo en todas las derivaciones de la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia, conocidos como los siete pecados capitales, donde el demonio aparece de manera constante. Es así como, explican los religiosos, surgen dioses falsos a los que se les rinde culto: el dinero, la vanidad, el poder.
“En la iglesia católica no se concibe la presencia de Satanás como una lucha de dos poderes, pues Dios creó todo, incluso al demonio. El mal es permitido para bien del hombre”, explica el padre Pedro Agustín Rivera.
Según las sagradas escrituras, el Diablo es el que ha pecado contra Dios, es el jefe de los ángeles caídos, tiene el imperio de la muerte, es el autor de nuestra caída, es el autor de nuestras tentaciones, se opone a la obra de Dios, pone inconvenientes al Evangelio, seduce al mundo, puede tomar la forma de un ángel de luz, cita y tuerce las Escrituras, arrebata la palabra de Dios del corazón y es el autor de la apostasía y aflige a los hombres con males.

El que siempre tiene la culpa

Los ministros de culto coinciden en que Satanás no puede tener la culpa de todo lo malo. “El hombre ejerce su libertad y puede tener acciones equivocadas. El Demonio sólo tienta, pero el hombre decide pecar. La existencia del Diablo no es una excusa para evadir la responsabilidad de nuestros actos. Siempre se tiene la posibilidad de superar tentaciones con la gracia de Dios”, dice Rivera.
La acción necesaria para vencer a Lucifer es “crucificar el pecado simbólicamente, al tiempo de sembrar amor en el corazón para cosechar buenas obras”, dice Farela, quien asegura que el ser humano debería crucificar las borracheras, las orgías, el fraude y la deshonestidad, entre muchos otros actos.
Ambos consideran que la tentación es una oportunidad maravillosa para probar nuestro amor a Dios y nuestra opción por Él, porque nos hace descubrir los puntos fuertes y débiles de nuestra naturaleza humana y, sobre todo, la tentación nos hace más humildes para acudir e implorar la ayuda de Dios.

Para protegernos
Pero, ¿cómo defendernos de Satán? “Están los medios comunes, ordinarios, donde Dios nos sale con su fuerza y su gracia, que es más poderosa que el Demonio: oración, confesión, comunión, obras de misericordia, devoción a la Virgen, docilidad a nuestro ángel de la guarda, que nos protege cuerpo y alma, de día y de noche”, señala la página de Internet catholic.net.
Para los cristianos evangélicos el estudio de la Biblia y la oración todo lo puede: “Es nuestro arsenal contra lucifer”.
Pero cuando existe una posesión diabólica de un cuerpo, como el caso llevado al cine en la película Poltergeist, es necesario la intervención de un sacerdote autorizado que haga exorcismos y no recurrir a magos o brujos.
En tanto, los cristianos evangélicos, sin tener pastores que lleven a cabo exorcismos, oran para que Satanás abandone el cuerpo de las personas.
Así, los principios judeo-cristianos rechazan por completo el acercamiento con el Maligno.

Es por ello que recomiendan alejarse de juegos como la ouija, así como de invocaciones al Demonio, brujerías, echar las cartas, escuchar música donde se alaba al Diablo y se le adora.
“Vivamos muy tranquilos y confiados en Dios, pero vigilemos las 24 horas del día, como nos dice San Pablo, porque el Diablo anda rondando, buscando a quién devorar. Resistámosle fuertes en la fe y en el amor a Dios”, señalan los católicos.
Al final, los principios cristianos señalan que no hacer caso a Luzbel en esta Tierra y respetar los mandamientos de Dios, tendrá un beneficio después de la muerte, en la vida eterna.

Dante Alighieri, con su poema La divina comedia, sería el máximo exponente de lo que pudiera ocurrir a la gente al considerar la opción del pecado.
Lo cierto es que la mayoría de las religiones plantean que, después de la muerte, habrá una recompensa (cielo) para aquellos que hayan seguido el mandato de Dios, y un castigo (infierno) para quienes hayan sucumbido ante las tentaciones de Satanás.

 
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