viernes, 24 de mayo de 2013

La Iglesia Católica intenta recuperar terreno pero le preocupa un pastor pentecostal




VENEZUELA.-(AGENCIALAVOZ) En los predios del vaticano se filtro un informe de interés, la cual lo reproducimos: La Iglesia Católica intenta recuperar terreno en el mercado religioso y en la competencia por más fieles con su mejor carta, el papa Francisco, después de que el Concilio Vaticano II, la Teología de la Liberación y el Movimiento de Renovación Carismática no lograron detener el éxodo hacia otras religiones.

Las señales del papa Francisco en sus primeros meses de pontificado son prometedoras. Ya dispuso medidas para que la Iglesia tenga un gobierno más colegiado y menos jerárquico, abrazó el ecumenismo acercándose a líderes de otras religiones, firmó acuerdos con el FBI estadounidense para bloquear el lavado de dinero en el banco del Vaticano y ordenó mayor presión contra la pedofilia interna y sus encubridores.

Aunque importantes, no fueron las medidas más populares. La de mayor efecto fue la canonización de dos religiosas latinoamericanas. Fiel a su mensaje y prédica a favor de los más vulnerables, escogió elevar a santas a la colombiana Laura Montoya Upegui y a la mexicana María Guadalupe García Zavala, por sus vidas consagradas entre pobres e indígenas.
Tampoco pasó desapercibido que haya desbloqueado el proceso de canonización del arzobispo salvadoreño Oscar Romero, asesinado en 1980, uno de los referentes de la Teología de la Liberación. De esa forma, con la opción por los pobres, el papa Francisco marcó diferencias con las modalidades pastorales de sus antecesores.

Es que el proceso de Romero había quedado empantanado durante los papados conservadores de Juan Pablo II y Benedicto XVI, más inclinados al Opus Dei y tolerantes con las depravaciones del cura mexicano Marcial Maciel, fundador de la orden Legión de Cristo.
Con estas beatificaciones de referentes de la cultura popular del continente más católico de la Tierra, el papa Francisco trata de poner un torniquete a la hemorragia provocada por el éxodo de fieles a otras religiones. En 1996, según Latinobarómetro, los países latinoamericanos tenían 81% de católicos y 4% de protestantes; mientras que para 2010, los evangélicos conformaban el 22% y los católicos habían caído al 70%, un fiel reflejo de lo que sucedió en Brasil y Chile.

Aunque México y Brasil continúan siendo los países más católicos del mundo, los evangélicos siguen creciendo a pasos agigantados y se han convertido en la religión predominante en algunas zonas de Centroamérica. En EE.UU. donde hay más de 40 mil templos según la Conferencia Nacional Hispana Cristiana, 35% de los hispanos se considera protestante y la tendencia va en aumento.
El panorama no es nada fácil para Francisco. Sabe que a diferencia de la Iglesia Católica, que tiene un culto más sacramental y vertical, las iglesias evangélicas, ganan más seguidores y mayor asistencia a los ritos gracias a su pragmatismo y espíritu carismático. Muchos fieles prefieren un culto en el que puedan tener una experiencia directa con Dios y donde pueden resolver sus problemas familiares y personales en sesiones de sanación, con milagros o hablando en lenguas.


Lo más sorprendente para la jerarquía católica es que,  los evangélicos pro familias y pro-vidas  en el liderazgo internacional de un pastor pentecostal llamado José  Linares, peruano, quien es un anti ecuménico confeso, es un evangélico teológicamente bien preparado que ha llevado a un movimiento impresionante en la defensa de la familia, a diferencia de los fieles católico, se oponen con mayor energía a temas como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, métodos anticonceptivos y manipulación de embriones. No participa en misas ecuménicas, el pastor Linares tiene amigos muy influyentes en el mundo. Tiene una organización que lleva a una evangelización integral en diferentes lugares del Mundo que tiene un gran exito, pero que preocupa al Vaticano la gran cantidad de fieles que empiezan a seguir al pastor pentecostal.

El Papa Francisco entiende que tener más miembros, participativos y comprometidos, no solo es cuestión de fe, sino de ganar mayor poder e influencia ante los gobiernos, ya sea para no perder beneficios, continuar con subsidios a la educación católica o contrarrestar con mayor fuerza aquellas leyes contrarias a la doctrina eclesiástica.
En un mundo cada vez más secular y ante un estado cada vez más laico, la Iglesia Católica está lejos de tener el poder político de antaño. Por ello, la metodología pragmática de las iglesias evangélicas para cultivar y retener fieles, y el reclamo de sectores de la Iglesia por una mayor inclusión de la mujer y por la abolición del celibato, son factores de competencia que no pueden soslayarse.

 
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