viernes, 12 de julio de 2013

Mujer declarada con “muerte cerebral” despierta momentos antes de que le extrajeran los órganos


EE.UU.-(AGENCIALAVOZ) Una mujer a quien los médicos declararon con muerte cerebral despertó inesperadamente justo cuando le iban a quitar los órganos para transplantarlos.
El Departamento de Salud estatal reprendió a los médicos de St. Joseph’s Hospital Health Center por no determinar correctamente si Colleen S. Burns realmente estaba muerta antes de solicitar permiso a su familia para extraer sus órganos y programar el procedimiento.
Burns de 41 años y de Siracusa, Nueva York, fue llevada al hospital en octubre de 2009 después de una sobredosis de drogas.ç

Los médicos creían que había sufrido daño cerebral irreversible y estaba al borde de la muerte, pero luego salió a la luz que en realidad estaba en un coma farmacológico profundo.
La investigación del Departamento de Salud descubrió una serie de errores y faltas de comunicación que culminaron en una situación que fue evitada sólo porque Burns abrió los ojos en la mesa de operaciones.
De acuerdo con un informe del caso, el Departamento de Salud estatal halló que los médicos hicieron caso omiso de las observaciones de una enfermera que indicaban que Burns no estaba muerta y que su condición estaba mejorando, y que no se habían realizado suficientes escaneos cerebrales para confirmar el diagnóstico de muerte cerebral a menudo cuestionado.
Además, los investigadores del Departamento de Salud descubrieron que el personal pasó por alto un tratamiento recomendado para evitar que las drogas ingeridas por la paciente fueran absorbidas por su sistema digestivo, y que no se hicieron las suficientes pruebas para ver si estaba libre de todas las drogas antes de que le sacaran los órganos.
El informe decía que el día antes de que le quitaran los órganos, Burns respondió a una prueba de reflejo. Los dedos del pie se le enroscaron hacia abajo cuando una enfermera le rascó la planta con el dedo.
Una enfermera dijo que vio que los orificios nasales de Burns ensancharse en el camino hacia el quirófano, lo cual indicaba que respiraba en forma independiente del respirador al que estaba conectada, y que sus labios y lengua se movían.

De acuerdo con los registros del hospital, veinte minutos después de que se realizaran estas observaciones, una enfermera le dio a Burns una inyección del sedante Ativan. Sin embargo, las notas de los médicos no mencionan el sedante ni dan ninguna indicación de que sabían de las observaciones de la enfermera.
El Dr. David Mayer, cirujano general y vascular y profesor asociado de clínica quirúrgica del New York Medical College, también revisó los registros y halló desconcertante el uso de un sedante.
“Esto la sedaría hasta el punto de no poder reaccionar”, Mayer le contó al Post-Standard. “Si se la tiene que sedar o darle medicación para el dolor, no tiene muerte cerebral y no se le deberían extraer los órganos”.

El informe del Departamento de Salud dijo que Burns “no sufrió un paro cardiorrespiratorio y no tenía daño cerebral irreversible”, como habían determinado los médicos de St. Joseph.
“El hospital no realizó una revisión extensiva y crítica del hecho casi catastrófico en este caso”, decía el informe, y los directivos del hospital no “identificaron que las evaluaciones médicas (de Burns) fueron insuficientes y que ocurrieron cuando el personal de enfermería cuestionó posibles signos de mejoría en la función neurológica”.

Trágicamente, se informó que Burns se suicidó 16 meses después de su estancia en el hospital. Su madre, Lucille Kuss, contó al Syracuse Post-Standard que la familia no procuró una investigación del incidente ni demandaron al hospital porque su hija había sufrido una depresión severa antes del incidente y después no estaba preocupada de que los médicos casi le quitaran la vida.
El Departamento de Salud estatal multó al St. Joseph’s Hospital Health Center por $6000 por manejar mal el caso de Burns y por no investigar de manera correcta la causa del incidente. También se le ordenó al hospital revisar su programa de control de calidad, y contratar a un neurólogo asesor para que les brinde instrucción sobre cómo diagnosticar la muerte cerebral de manera precisa.
Esta no es la primera vez que un donante potencial de órganos se despierta literalmente en la mesa de operaciones, momentos antes que lo abrieran.

En 2008, un francés de 45 años revivió en la mesa de operaciones mientras los médicos se preparaban para “extraer” sus órganos para donación, después de un ataque cardíaco. En la investigación subsiguiente realizada por el comité de ética del hospital, varios médicos admitieron que esos casos, aunque poco frecuentes, eran bien conocidos para ellos.
Ese mismo año, a un estadounidense de 21 años con “muerte cerebral”, Zack Dunlap, iban a extraérsele los órganos cuando sus dos hermanas, ambas enfermeras, decidieron probar la teoría del hospital de que su cerebro ya no funcionaba. Los familiares le pincharon los pies con un cuchillo y clavarobn sus uñas debajo de las uñas de paciente, lo cual provocó fuertes reacciones por parte de Dunlap y se demostró que estaba consciente. Se recuperó completamente. Luego contó que estaba consciente mientras los médicos hablaban en su presencia sobre sacarle los órganos.

El término “muerte cerebral” fue inventado en 1968 para facilitar la necesidad de adquirir órganos vitales en su estado “más fresco” de un donante que algunos argumentan aún está más vivo que nunca.
Mientras que anteriormente se había definido la muerte como la falta de respiración y actividad cardíaca, la “muerte cerebral” se consideraba compatible con un paciente completamente vivo. Nunca se ha definido “la muerte cerebral” en forma rigurosa, y no existen pruebas estandarizadas para determinar si existe esta condición.

 
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