martes, 27 de mayo de 2014

Ganaba mucho dinero pegando a la gente por encargo, pero una experiencia le cambió de golpe


FRANCIA.-(AGENCIALAVOZ) Decenas de miles de jóvenes católicos en la JMJ de Sydney escucharon al antiguo gangster y matón John Pridmore contar su asombroso testimonio de conversión. Le gusta explicarlo a jóvenes para prevenirles de esa mala vida, pero también a adultos, para mostrar el poder de Dios. Lo hará, por ejemplo, el 19 al 24 de julio de 2014 en St.Maximin (Francia), en el congreso "Adoratio 2014".

Pridmore, de joven, decidió no amar nunca más. Y ganar mucho dinero dando palizas por encargo, golpeando a gente, llevando drogas... Hasta que una experiencia mística lo transformó.

Ahora Editorial Rialp edita en español esta historia apasionante y real (De la tierra del delito a la tierra prometida), que nos introduce en los bajos fondos y la vida de prisión, nos sorprende con una intervención sobrenatural de Dios y nos muestra como alguien intenta reinventar su vida en la fe sin saber nada de ella, cómo un "tipo muy duro" se hace valientemente vulnerable.



John ha demostrado tener un encanto especial
para compartir su experiencia con los jóvenes


Decidió "no amar nunca más"
John Pridmore nació en 1964 en el East End de Londres. Su padre era policía, poco creyente. Su madre era católica practicante, pero la situación en casa era muy mala. Con diez años, sus padres se divorciaron. "Decidí inconscientemente no amar nunca más", recuerda John. Su vida se convirtió en un infierno de drogas y violencia.

"Empecé a robar a los 13 y me encerraron a los 15 en un centro de menores. A los 19 estaba en la cárcel. Me peleaba siempre, y por eso me castigaban en confinamiento. Al salir de prisión, pensé que ya que me gustaba pelear podía usar eso para ganar dinero".

Droga y palizas
John conoció a "unos tipos que parecían tenerlo todo". Le introdujeron en los circuitos de la venta de droga, las palizas por encargo y las tareas de matón de bar y de puerta de discoteca.

Trabajaba de "protector". O de "amenazador", depende.

Y el dinero fluía. "Pensé que lo que tenía era todo: dinero, poder, chicas, drogas... Pero aún así había algo que faltaba".



Un día dio una paliza a un rival. El padre y el hermano del apalizado vinieron a buscar a John al pub para vengarse. Hubo pelea, y John acuchilló al hermano. Semanas después supo, aliviado, que no había muerto.

Pero mientras tanto, con 27 años, dinero y reputación de tipo duro, se hacía preguntas: "¿por qué no soy feliz?, ¿por qué estoy tan furioso?"

Una experiencia maravillosa
Y una noche, pasó algo. "Estaba en mi piso, sentado, solo. Me sentía deprimido y vacío. Serían las nueve. Entonces oí lo que solo puedo definir como una voz. Me decía las peores cosas que yo había hecho. Debe ser la TV, pensé, y cambié de canal. Pero la voz seguía allí. Apagué la TV. ¿Es que me estaba volviendo loco?"

"Entonces algo hizo clic en mí: era la voz de Dios, mi conciencia. No podía respirar, era como si me estuviese muriendo. Un miedo terrible me aferró. Me voy al infierno, pensé. Caí de rodillas y las lágrimas asomaron a mis ojos. "Dame otra oportunidad", lloré".

"De repente, sentí como si las manos de alguien me cogieran por los hombros y me levantaran. Un calor increíble se apoderó de mí y el miedo se evaporó. En ese momento supe, -no sólo creí sino supe-, que Dios es real. Me consumía un sentimiento sobrecogedor de amor. Entendí por primera vez que Dios me amaba. Hasta entonces yo pensaba que mi vida no valía nada".


Cambio de vida: una aventura
Le costó unos días cambiar tantos hábitos: librarse de sus cintas de porno, de sus "negocios de droga", cortar una relación inadecuada con una chica.

Sus jefes en el mundo del crimen, asombrosamente, le dejaron abandonar sus tareas. «Fue extraordinariamente fácil. Ahora creo que me dejaron marchar pensando que yo podría ser su salvoconducto en la Eternidad; como si pensasen que, en el caso de que todo vaya mal y Dios exista, ellos podrían presentarme como la buena acción que de alguna manera les redime».

John se confesó en serio, empezó a trabajar en un comedor para pobres... y acabó en la cárcel 30 días por deudas antiguas que aún tenía pendientes.

En prisión aprovechó para orar y ayudar a volver a la fe a un gitano compañero de celda. "Parece que Dios me mandó a la cárcel por él", escribió luego.

 
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