ESPAÑA.-(AGENCIALAVOZ) Son cristianos y no quieren convertirse al islam. Y esa negativa les expone a
perder la vida aferrados a su fe, siendo víctimas de una cruel violencia difícil de describir y ante la aparente indiferencia de un mundo que mira hacia otro lado.
"Si quieren ejemplos, en Malula crucificaron a dos jóvenes porque no quisieron pronunciar la
shahada. Les amenazaron: 'Entonces quieren morir como su amo, en el que creen. Tienen dos opciones: recitan la
shahada o serán crucificados", expone
sor Raghida, que dirigía la escuela del Patriarcado Greco-Católico en Damasco y que se ha trasladado a Francia.
Está ocurriendo en Siria, donde varios jóvenes cristianos ya han perdido la vida de esa forma. También las mujeres y los niños sufren una extrema violencia, que ha llevado a que los bebés sean arrebatados del seno de las gestantes.
Son
crímenes contra cristianos perpetrados por grupos radicales musulmanes vinculados a Al Qaeda.
Pero la barbarie no queda ahí. Tristemente, la violencia no entiende de límites. Y estos sucesos en Siria lo demuestran: después de los terribles crímenes, las cabezas de los chicos llegan a ser usadas para jugar al fútbol; los
cordones umbilicales de los niños sirven para que estos cuelguen de los árboles.
Es el relato de la terrible denuncia de sor Raghida: "En las ciudades o pueblos que son ocupados por los elementos extremistas armados, estos últimos dan a elegir a los cristianos entre
unirse a su fe o la muerte. Algunas veces, piden también un rescate", ha contado la monja en Radio Vaticano.
La persecución que padecen los cristianos es atroz: "Algunos sufren el martirio de una forma extremadamente inhumana, con una terrible violencia que no tiene nombre", explica la religiosa, que hace un llamamiento internacional e invita a "
repensar los derechos humanos y la dignidad del hombre".
Tres años de guerra civil: Siria, un país asolado
No hace tanto tiempo que en Siria
convivían pacíficamente cristianos y musulmanes. Pero llegó la guerra, y la ruptura de esa
sintonía fue una de las terribles consecuencias.
No obstante, se calcula que dos tercios de los seguidores de Jesús han abandonado desde entonces el país mediterráneo, convertido por la guerra en un escenario de
caos y horror, debido a las persecuciones que sufren por razón de fe.
El miedo es para ellos tan habitual como el aire que respiran: los sucesos demuestran que
están en peligro y se sienten abandonados. Y no quieren ser ni héroes ni mártires; quieren, simplemente, poder seguir profesando su religión.
Más de 146 000 fallecidos, 600 000 heridos, 2.5 millones de refugiados, 6.5 millones de desplazados internos y 5.5 millones de niños afectados: es el
trágico balance de una guerra civil en Siria de cuyo inicio se cumplió en marzo el
tercer aniversario. Pero si los datos son dantescos, peor aún es pensar que se hace difícil encontrar un motivo para pensar que su fin pueda estar próximo.
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