( AGENCIA LA VOZ ) Eso sugieren los resultados de una investigación de la Organización Mundial de la Salud, hecha con 245.404 pacientes de varios países y publicados por la revista médica británica The Lancet.
Los expertos encontraron que entre un 9 y un 23 por ciento de los pacientes que participaron en el estudio padecían una o más de esas enfermedades crónicas y también una depresión, lo que llevó a la OMS a relacionar esta última condición con una importante merma en la salud de la población mundial.
El organismo advirtió que tales males, combinados con esta enfermedad mental, son mucho más perjudiciales para la salud que el hecho de padecer a la vez dos o más de estas patologías crónicas.
Común e incapacitante
La depresión es una de las enfermedades más frecuentes del planeta (una de cada cuatro personas la padecen o la han padecido en algún momento de la vida) y la causa de un alto grado de discapacidad.
Aun así se reconoce poco, pues es más común que las personas identifiquen con mayor facilidad las molestias corporales. Incluso las situaciones emocionales acaban relacionadas con dolencias físicas.
El tema no es para nada ajeno al país. Estimados del tercer Estudio Nacional de Salud Mental en Colombia indican que alrededor del 16 por ciento de la población está en riesgo de sufrir esta patología, asociada con otros males mentales o encubierta en enfermedades físicas, como las musculares, los trastornos gastrointestinales y los dolores de cabeza.
Muchas dolencias comunes conviven con depresión mayor, lo que complica su identificación y tratamiento.
Se ha considerado que en la mayoría de los casos esta puede ser resultado de una enfermedad física, por las limitaciones que trae. Claro está que las evidencias indican que las personas con patologías depresivas están en mayor riesgo de producir otras enfermedades.
Hace unos años se publicó un estudio según el cual las personas con depresión aumentan en 65 por ciento el riesgo de sufrir infarto de miocardio, un 12 por ciento el de hipertensión, un 60 por ciento el de un accidente cerebrovascular (ACV) no fatal y un 50 por ciento de ACV fatal.
Situaciones similares se han presentado en otro tipo de trastornos como el cáncer o la úlcera gástrica. Ahora se sabe que tener síntomas depresivos persistentes se convierte en el terreno abonado para desarrollar enfermedades cardiovasculares (hipertensión, arritmias, infarto), cerebrovasculares (deterioro cognitivo y ACV), metabólicas (diabetes y obesidad), urinarias (cistitis) y alergias.
Por eso se insiste en la necesidad de aprender a reconocer los síntomas: padecer por más de dos semanas la pérdida del gusto por las cosas de la vida, sensación de tristeza la mayor parte del día, problemas de sueño, cansancio, olvidos frecuentes y dificultades para concentrarse, y tener ideas pesimistas o de fracaso que llevan a pensar en la muerte como una solución, pueden ser síntomas de depresión mayor.
Las posibilidades de mejoría son altas cuando hay un diagnostico oportuno y un tratamiento dirigido a corregir estos malestares.
Este se establece a partir de dos grandes bases: la psicoterapia, que a partir de la palabra genera espacios para experiencias emocionales correctivas, y la prescripción de antidepresivos que cada vez son más seguros, sencillos de usar y no generan dependencia.
'Poco a poco vuelvo a ser la misma persona'
"Lo mío empezó con dolores musculares y de cabeza muy frecuentes, que se acentuaban durante la menstruación. Buscando alivio empecé a asistir a terapias de relajación y a sesiones de masaje, pero no mejoraba, ni siquiera tomando el descanso y los relajantes musculares que me ordenó el médico. Al contrario, noté que todo se me olvidaba y por eso tuve problemas en el trabajo.
"Con el paso de los días perdí las ganas de hacer las cosas, tenía dificultades para tomar decisiones, no dormía y amanecía como aporreada y sin ánimo de ir a la oficina.
"En la casa la situación era igual de complicada: peleaba mucho con los niños y me volví triste e irritable, a tal punto que mi esposo casi me deja.Consulté con un médico particular quien, tras someterme a una evaluación completa, me recetó más medicamentos y me remitió a otros especialistas. Uno de ellos es psiquiatra. Fue él quien me hizo entender que todo lo que sentía era depresión.
"No es fácil admitir que uno puede resultar afectado por eso. ¿A quién le gusta aceptar que a veces hay ámbitos de la vida que uno no es capaz de controlar? En fin, el psiquiatra me ordenó unos medicamentos que al principio no quería tomar, porque me preocupaba que pudieran causarme adicción. Aun así probé. Estoy mejor ahora. Siento que poco a poco vuelvo a ser la misma persona".Margarita H. tiene 32 años y es economista. Está casada y es mamá de dos hijos.
Los expertos encontraron que entre un 9 y un 23 por ciento de los pacientes que participaron en el estudio padecían una o más de esas enfermedades crónicas y también una depresión, lo que llevó a la OMS a relacionar esta última condición con una importante merma en la salud de la población mundial.
El organismo advirtió que tales males, combinados con esta enfermedad mental, son mucho más perjudiciales para la salud que el hecho de padecer a la vez dos o más de estas patologías crónicas.
Común e incapacitante
La depresión es una de las enfermedades más frecuentes del planeta (una de cada cuatro personas la padecen o la han padecido en algún momento de la vida) y la causa de un alto grado de discapacidad.
Aun así se reconoce poco, pues es más común que las personas identifiquen con mayor facilidad las molestias corporales. Incluso las situaciones emocionales acaban relacionadas con dolencias físicas.
El tema no es para nada ajeno al país. Estimados del tercer Estudio Nacional de Salud Mental en Colombia indican que alrededor del 16 por ciento de la población está en riesgo de sufrir esta patología, asociada con otros males mentales o encubierta en enfermedades físicas, como las musculares, los trastornos gastrointestinales y los dolores de cabeza.
Muchas dolencias comunes conviven con depresión mayor, lo que complica su identificación y tratamiento.
Se ha considerado que en la mayoría de los casos esta puede ser resultado de una enfermedad física, por las limitaciones que trae. Claro está que las evidencias indican que las personas con patologías depresivas están en mayor riesgo de producir otras enfermedades.
Hace unos años se publicó un estudio según el cual las personas con depresión aumentan en 65 por ciento el riesgo de sufrir infarto de miocardio, un 12 por ciento el de hipertensión, un 60 por ciento el de un accidente cerebrovascular (ACV) no fatal y un 50 por ciento de ACV fatal.
Situaciones similares se han presentado en otro tipo de trastornos como el cáncer o la úlcera gástrica. Ahora se sabe que tener síntomas depresivos persistentes se convierte en el terreno abonado para desarrollar enfermedades cardiovasculares (hipertensión, arritmias, infarto), cerebrovasculares (deterioro cognitivo y ACV), metabólicas (diabetes y obesidad), urinarias (cistitis) y alergias.
Por eso se insiste en la necesidad de aprender a reconocer los síntomas: padecer por más de dos semanas la pérdida del gusto por las cosas de la vida, sensación de tristeza la mayor parte del día, problemas de sueño, cansancio, olvidos frecuentes y dificultades para concentrarse, y tener ideas pesimistas o de fracaso que llevan a pensar en la muerte como una solución, pueden ser síntomas de depresión mayor.
Las posibilidades de mejoría son altas cuando hay un diagnostico oportuno y un tratamiento dirigido a corregir estos malestares.
Este se establece a partir de dos grandes bases: la psicoterapia, que a partir de la palabra genera espacios para experiencias emocionales correctivas, y la prescripción de antidepresivos que cada vez son más seguros, sencillos de usar y no generan dependencia.
'Poco a poco vuelvo a ser la misma persona'
"Lo mío empezó con dolores musculares y de cabeza muy frecuentes, que se acentuaban durante la menstruación. Buscando alivio empecé a asistir a terapias de relajación y a sesiones de masaje, pero no mejoraba, ni siquiera tomando el descanso y los relajantes musculares que me ordenó el médico. Al contrario, noté que todo se me olvidaba y por eso tuve problemas en el trabajo.
"Con el paso de los días perdí las ganas de hacer las cosas, tenía dificultades para tomar decisiones, no dormía y amanecía como aporreada y sin ánimo de ir a la oficina.
"En la casa la situación era igual de complicada: peleaba mucho con los niños y me volví triste e irritable, a tal punto que mi esposo casi me deja.Consulté con un médico particular quien, tras someterme a una evaluación completa, me recetó más medicamentos y me remitió a otros especialistas. Uno de ellos es psiquiatra. Fue él quien me hizo entender que todo lo que sentía era depresión.
"No es fácil admitir que uno puede resultar afectado por eso. ¿A quién le gusta aceptar que a veces hay ámbitos de la vida que uno no es capaz de controlar? En fin, el psiquiatra me ordenó unos medicamentos que al principio no quería tomar, porque me preocupaba que pudieran causarme adicción. Aun así probé. Estoy mejor ahora. Siento que poco a poco vuelvo a ser la misma persona".Margarita H. tiene 32 años y es economista. Está casada y es mamá de dos hijos.