EE.UU-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Hasta hace poco no era tan evidente que los jóvenes que abrazan la fe no tomen drogas, ya que los estudios eran confusos. ¿Esos jóvenes no tomaban drogas por su fe…
Porque su entorno no lo favorecía? o ¿Qué pasa si los amigos de la pandilla juvenil sí beben, fuman o consumen hachís? ¿Acaso la presión del grupo no lo es todo en la vida de un adolescente? No: la fe individual de un joven es capaz de frenar la influencia de un grupo de amigos que se emborrachan o fumen marihuana.
Ese es el hallazgo de dos sociólogos de la universidad norteamericana Brigham Young, publicado en la revista especializada Journal of Drug Issues. “Después de analizar las características de las familias y del grupo de amigos, no importa cuál sea la denominación religiosa concreta, hay un efecto independiente: los jóvenes de fe tienen menos riesgo de drogarse, incluso si sus amigos sí lo hacen”, concluye Stephen Bahr, uno de los autores de la investigación. “Si tiene fe, la presión de tus compañeros para que uses drogas no tendrá tanto efecto”, asegura con los datos en la mano. Los autores han medido la fe de los jóvenes a partir de su participación en la comunidad cristiana. Se les preguntaba a los jóvenes con qué frecuencia iban a la iglesia y cómo valoraban la importancia de la religión en sus vida.
John Hoffman, el otro autor del estudio, explica que la espiritualidad y la congregación aportan un suplemento a la influencia de los padres. “Los padres no deberían forzarlo, pero pueden incentivar la fe en sus familias, que en sí misma será una influencia positiva en la vida de sus hijos”, dice Hoffman.
Los sociólogos han usado los datos de los 13.500 adolescentes norteamericanos de la última encuesta longitudinal nacional de salud adolescente, y encuestas a 4.980 estudiantes del estado de Utah.
Los sociólogos distinguen, sin embargo, entre las drogas fuertes e ilegales, como la cocaína y la heroína, y las legales y el hachís. Fumar tabaco, marihuana y emborracharse está tolerado hasta cierto punto por la sociedad, y más aún por la sociedad juvenil. Es aquí donde la fe defiende al joven creyente: “no me importa si está de moda y todos lo hacen, yo no”.
En cambio, la cocaína y heroína, ilegales y asociadas con marginación, perseguidas por leyes duras, tienen un mayor rechazo entre los jóvenes, incluso los no creyentes, debido al bombardeo de mensajes contra ellas. En estos casos no se nota tanto la efectividad de la religión como protector contra el consumo.
Otro hallazgo es que lo que importa de verdad es la fe individual del joven, su convicción personal, y no tanto si ha crecido en una iglesia o si va a las reuniones. Las congregaciones pueden ayudar a proteger al joven, pero la convicción interna que da la fe es más eficaz.