WASHINGTON.- ( AGENCIALAVOZ.COM ) Las lágrimas incontenibles del líder de los derechos civiles Jesse Jackson se convirtieron en el símbolo de la emoción y orgullo de los afroamericanos al ver a Barack Obama, uno de los suyos, elegido presidente del país.
Durante los largos meses de campaña, los mítines de Obama fueron un espectáculo sobrecogedor de hombres y mujeres de color, que sufrieron la dureza de la segregación racial con rabia e impotencia, y que coincidían a la hora de señalar el orgullo que les producía el ver a uno de ellos en la carrera a la Casa Blanca.
Obama, a quien algunos bautizaron como "la gran esperanza blanca", encarna el sueño de reconciliación en un país con profundas divisiones raciales.