EE.UU-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Martín Briceño era un joven de 28 años que agobiado por las deudas y una incontrolable adicción a las drogas, robó en dos ocasiones el antiguo banco Old Kent en mayo de 1997.
El 5 de mayo, asaltó por primera ocasión la sucursal que se ubicaba en la avenida Grandville utilizando un arma de juguete.
El 5 de mayo, asaltó por primera ocasión la sucursal que se ubicaba en la avenida Grandville utilizando un arma de juguete.
La segunda ocasión, 18 días después, no fue muy diferente. Con la misma arma de juguete sembró el pánico entre los clientes y amenazó al cajero Noel Quiñónez, al que despojó de una fuerte suma de dinero.
Cuando Briceño huyó del banco con el botín alrededor de las 13 horas del 23 de mayo, se dirigió a su casa, pero antes de llegar, varias patrullas cercaban su paso, obligándolo a escapar hacia un lugar donde no lo conocían, en Chicago Illinois.
Con el dinero hurtado, Briceño obtuvo más droga, pero pronto lo perdió y la idea de saldar sus cuentas se esfumó rápidamente. Pronto su fotografía y su nombre circulaban por todos lados. La policía buscaba apresuradamente al fugitivo.
Quiñónez, por su parte, siguió trabajando como cajero en el banco. Aunque aparentemente sonreía amablemente, el miedo y la desconfianza que albergaba en su interior le impedía atender algunos compromisos de trabajo.
“Oh mi Dios, Jesucristo, oh mi Dios, Jesucristo”, exclamaba de manera temblorosa en aquel día, al verse apuntado por el arma de Briceño.
En su vida de fujitivo, Briceño estuvo a punto de robar otro banco en South Bend, Indiana. Sin embargo un mensaje que le llegó al corazón cambiaría su vida para siempre. En la radio escuchó las palabras de un predicador que hablaba del arrepentimiento y la esperanza que existe al aceptar a Jesucristo como salvador.
Por coincidencia, en ese mismo tiempo, Quiñónes cambiaba un cheque al hermano de Martín, a quien le daba un mensaje bíblico.
“Dile a tu hermano dondequiera que esté, que lo perdono, que no tengo rencor y que Jesucristo le ayude a encontrar la paz”, le dijo Quiñónes al avergonzado hermano de Martín.
Al recibir el mensaje, Briceño recapacitó y decidió entregarse a las autoridades en Grand Rapids. Tras ocho años y medio purgando la condena y estudiando la Biblia, Briceño salió en el 2005 con la consigna de consagrar su vida a Jesús.
Al casarse en 2007, Briceño formó una familia con el mismo espíritu de servir a Dios y gracias al esfuerzo de un reportero de Kalamazoo, un año después conoció a Noel Quiñónez, quien ya residía en Tampa, Florida.
El encuentro entre el “asaltante” y el “asaltado” fue un momento de alegría, no solo por las condiciones que ambos conocían, sino por que desde ese momento los dos tenían una idea en común; el arrepentimiento y la fe en Jesús.
Martín pagó a la Corte los 12 mil dólares robados, se deshizo completamente de su adicción, ganó un amigo y una gran familia y actualmente funge como encargado de una asociación de ayuda espiritual. Quiñónes por su parte, es miembro activo de la iglesia Cristiana en Tampa, Florida, donde vive con su familia.
Los dos, se reunieron el último fin de semana de mayo para una entrevista con el Club 700, que transmitirá próximamente el testimonio de ellos en televisión.
La historia no siempre termina igual, pero el “camino” que ahora llevan ambos en su vida los ha ayudado a olvidar aquel terrible día.
“No creo haberle devuelto a la comunidad lo que les quité, pero estoy resuelto a enseñar a los que salen de prisión a ver a Jesucristo como su Salvador”, dijo Martín Briceño.
“Ante la sociedad, Martín pagó por sus actos en la cárcel. La deuda y el perdón sólo lo da Jesucristo”, agregó Noel Quiñónez mientras se da un fuerte apretón de manos con Briceño, 12 años después de aquel doble robo bancario que ocupó los titulares de los periódicos.