El grupo se anotó este mes una importante victoria: la aprobación en una comisión parlamentaria del Estatuto de la Familia que, al igual que la Constitución, define la familia como la unión estable entre un hombre y una mujer y le reserva a ese modelo la protección del Estado en salud, educación y seguridad, entre otros. La votación fue abrumadora: 17 a favor y 5 en contra. Si el proyecto llegase a convertirse en ley, un juez podría negar esos derechos hoy vigentes para uniones estables del mismo sexo pese a que la Corte Suprema las considerara una entidad familiar, alegando que la Constitución prohíbe discriminar ciudadanos por su preferencia sexual. "Satanás está riéndose, desordenando la estructura de la familia, con los fuertes argumentos de los derechos humanos de la mujer moderna", había reflexionado Takayama en su cuenta de Facebook algunos días antes de la votación. Analistas concuerdan que Brasil tiene hoy el Congreso más conservador de la historia reciente del país, que impulsa una pauta contraria a los planes del gobierno de izquierda y que también aboga por la reducción de la edad penal a 16 años, mayores castigos en los casos de aborto y la liberación del porte de armas. Para el profesor de Sociología de la Universidad de Brasilia Eurico Cursino, el empuje conservador se aprovecha del debilitamiento actual de los movimientos progresistas.
"Esos personajes conservadores nunca desaparecieron de la escena brasileña. Ellos tienen sus pautas históricas. Con el cambio de escenario de opinión pública contra el gobierno, aprovechan esa ola y surfan en ella. Pero todavía no sabemos si el Congreso es tan conservador, porque en este momento se está manifestando bajo condiciones muy anormales: un gobierno que peligra caer, las instituciones amenazadas", dijo a la AFP. La decisión de la Corte Suprema de 2011 equiparó en la práctica los derechos de las parejas homosexuales con los de las heterosexuales, otorgándoles acceso a la adopción, herencia y pensión por muerte. "Decir que familia es hombre y mujer que tienen un hijo biológico es no entender que las composiciones familiares del Brasil actual son otras", dijo Gilberto a la AFP desde Rio de Janeiro, donde vive con su compañero desde hace más de doce años. Rodrigo y Gilberto dividen su tiempo entre casa y el trabajo para ocuparse de su hijo, que les trajo el triple desafío de la adopción tardía, interracial y conviviendo en pareja homosexual. Ellos componen una de las 60.000 parejas homoafectivas que declaran vivir juntas en Brasil, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. La unión entre personas del mismo sexo es rechazada por el 53% de los brasileños, que tampoco concuerda con la adopción de niños por parte de parejas homosexuales.
"El afecto no es un criterio constitutivo de familia", argumentó el diputado Evandro Gussi al respaldar el Estatuto de la Familia. "Se trata de una ley inconstitucional. La Corte Suprema ya estableció que cuando la Constitución habla de hombre y mujer como familia, no excluye a las parejas homosexuales", dijo a la AFP la abogada Maria Berenice Dias, presidenta de la Comisión de Diversidad Sexual de la Orden de Abogados de Brasil. Dias confía en que aún si se aprueba en el Congreso, el Estatuto no será aplicado por ningún juez. Tras la votación del Estatuto, el diputado de izquierda Jean Wyllys, conocido activista por los derechos de la comunidad LGBT, convocó una campaña por las redes sociales en contra de la medida. Con la etiqueta #NuestraFamiliaExiste, cientos de usuarios publicaron en la red fotos familiares de la más diversa composición: hijos de madres solteras, parejas homosexuales con hijos adoptivos, sin hijos, nietos con abuelos, etc. "¿Qué país ese este? ¿Qué sociedad estamos construyendo?", se preguntó Carlos Bacelar, uno de los diputados que se opuso al Estatuto, e ironizó: "Tal vez sería más fácil sustituir la Constitución por la Biblia".