“Me fui de la masonería y pensé que tenía que escribirlo primero para entenderme a mí mismo y después para contarlo a la gente. Cada uno es libre de hacer lo que quiera pero en la masonería no se habla francamente”, asegura el autor del libro “Por qué dejé de ser masón”.
“Con mi libro quiero demostrar que el catolicismo y la masonería no pueden ir juntos”, subraya.
Serge es arquitecto y catolico entró en la logia masónica por un amigo, intentando encontrar en ella las respuestas a las preguntas más profundas del hombre. “Yo no pensaba dejar la masonería. Tuve algunos problemas serios en mi vida y me preguntaba qué respuesta podía darme la masonería a ellos y no encontré ninguna. Sin embargo en el camino con Cristo sí las he encontrado”, precisa.
Abad-Gallardo cuenta que el camino para dejar la masonería fue difícil: “durante un año o año y medio estuve convencido de que había encontrado la fe y no sabía si tenía que quedarme en la masonería, ése podía ser mi sitio en donde hablarles a los masones del Evangelio. Pero hablando con un sacerdote me hizo entender de que nada serviría hablarles si ellos no estaban dispuesto a escuchar”.
Ante los repetidos comentarios anticlericales de varios altos grados de la logia, Serge no podía callarse y defendía a la Iglesia. Pero además de las críticas a la Iglesia y al Papa descubrió que en el ritual del inicio del año masónico "se le daba gloria a Lucifer". “Ellos no dicen que se trata del diablo, sino que toman la etimología de la palabra y dicen que es ‘el portador de luz’”, explica a ACI Prensa.
Algo similar también sucedió cuando vio que entre los altos grados de la masonería se alaba a la serpiente de la que se habla en el Génesis, por la que Adán y Eva cayeron en el pecado original. “Dicen que ella trajo la luz y el conocimiento al hombre que Dios no quería dárselo. Esto es una perversión muy grave”, declara.
Según afirma, entre la masonería y el demonio "hay una relación pero no es tan directa. La mayoría de los masones ni se dan cuenta de la influencia del demonio en los rituales masónicos. Ellos piensan, con todo la intención posible que están trabajando por la 'Felicidad de la Humanidad' o por el 'Progreso de la Humanidad'". Es decir, “no hay un culto al diablo abiertamente, pero se decora con palabras y uno debe darse cuenta de lo peligroso que es para un católico estar dentro de una sociedad así”, insiste.
El exmasón cree que "puede que haya algunos, aunque pocos, que tengan clara esta relación con el demonio y que cumplen estos ritos sabiendo perfectamente lo que están haciendo. Pero, según mi experiencia, la mayoría de ellos no se dan ni cuenta", "no hay que olvidar que el demonio es el 'padre de la mentira'".
Según explica esta relación indirecta con el demonio se manifiesta de muchas maneras, pero todas confluyen en apartar a la persona que entra en masonería de la fe y especialmente de la Iglesia Católica. "La masonería intenta de convencer que la fe y la Iglesia son supersticiones y oscurantismo", apunta.
En ese sentido Abad-Gallardo también explica que "el ritual masónico influye en la mente, en el subconsciente y en el alma de las personas. El ya iniciado, el que es ya masón mira hacia los símbolos y los rituales masónicos como si estos fueran verdades profundas y esotéricas".
Insiste luego en que a pesar de que "la masonería no tiene ritos directamente satánicos, éstos sí constituyen una puerta de entrada para el demonio".
Una de las palabras secretas y sagradas de los maestros masones, según explica Serge, es “Tubalcaïn”, que se traduce como “descendiente directo de Caín”. "Ya se sabe qué hizo, mató a su hermano por celos e inspirado por el demonio. Y éste es el modelo para los maestros masones", afirma.
"Los rituales no han cambiado, solo han tenido pequeñas modificaciones. De hecho en los Altos Grados, donde se encuentran las referencias las más esotéricas y ocultas se precisaron en los años 1800, unos 70 años después de que naciera en 1717 la masonería", afirma.
En esa relación entre masonería y satanismo, Serge indica a ACI Prensa que "la mayoría de los masones están engañados por palabras altruistas y mentirosas y por eso no se dan cuenta".
De hecho precisa que en una de las planchas masónicas, es decir, un trabajo escrito y presentado por un masón, que tiene en su poder, se explica que "el que fundó el satanismo moderno es el americano Anton Szantor Lavey, un hermano (masón) que fundó en 1966 la Iglesia de Satán que es hoy la principal organización satánica y de referencia para las demás".
"La masonería aleja de Cristo. Porque aunque se trata de Jesucristo en el grado 18 de los Altos Grados masónicos, éste no tiene nada que ver con el Jesucristo de la Iglesia Católica ya que se refiere a cualquier sabio o filósofo"; insiste.
Además precisa que "hay masones que van todavía más lejos en esta blasfemia ya que quitan toda forma de divinidad a Cristo y dicen que él fue el primer masón, un hombre iniciado. Se apoyan en el hecho de que José y Jesús fueron carpinteros. Y que la palabra 'carpintero' es la etimología de 'architecto' y todos los masones, sobre todo en los Altos Grados son Gran Arquitecto".
En esta idea insiste en que "en masonería creen en el 'Gran arquitecto del Universo', que quieren hacer pasar por el Dios del catolicismo, pero que no es así. A veces consiguen engañar a los católicos diciendo que ser masón y católico es compatible por esta referencia a Cristo".
Hace tan solo dos años que dejó la masonería de manera total, pero asegura que el control que ésta tiene sobre la sociedad en Francia es creciente. “En mi primer trabajo el alcalde no lo decía pero era masón, el director de su gabinete también, el encargado de urbanismo y yo también, así como otro de los arquitectos del ayuntamiento en el que trabajaba”, recuerda.
“Cuando se trató de aprobar la última ley sobre la eutanasia, hay un párrafo que se refiere a la ‘sedación profunda’ que es la misma expresión que aparece en una plancha masónica de 2004 en donde se trata este tema. Es decir, que las leyes actuales en Francia están hechas en las logias masónicas, diez o quince años antes de que sean votadas”.
En ese sentido afirma que “en masonería no hay fraternidad ni amistad, porque son redes. Todos quieren el poder político, social y económico”.